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Aspectos del misterio de la Iglesia

Aspectos del misterio de la Iglesia

La Iglesia es a la vez: sociedad dotada de órganos jerárquicos y el Cuerpo Místico de Cristo; el grupo visible y la comunidad espiritual; la Iglesia de la tierra y la Iglesia llena de bienes del cielo. Estas dimensiones juntas constituyen una realidad compleja, en la que están unidos el elemento divino y el humano[244].
La Iglesia es Misterio de Comunión. En la Iglesia es donde Cristo realiza y revela su propio misterio como la finalidad del designio de Dios: recapitular todo en él. San Pablo llama gran misterio al desposorio de Cristo y de la Iglesia. Porque la Iglesia se une a Cristo como a su esposo, por eso se convierte a su vez en Misterio. Contemplando en ella el Misterio, San Pablo escribe: el misterio es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria [245].
En la Iglesia esta comunión de los hombres con Dios por la caridad que no pasará jamás es la finalidad que ordena todo lo que en ella es medio sacramental ligado a este mundo que pasa[246].
La Iglesia es sacramento universal de salvación. La Iglesia es en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano: Ser el sacramento de la unión íntima de los hombres con Dios es el primer fin de la Iglesia. Como la comunión de los hombres radica en la unión con Dios, la Iglesia es también el sacramento de la unidad del género humano [247].
Como sacramento, la Iglesia es instrumento de Cristo. Ella es asumida por Cristo como instrumento de redención universal, sacramento universal de salvación, por medio del cual Cristo manifiesta y realiza al mismo tiempo el misterio del amor de Dios al hombre. Ella es el proyecto visible del amor de Dios hacia la humanidad que quiere que todo el género humano forme un único Pueblo de Dios, se una en un único Cuerpo de Cristo, se coedifique en un único templo del Espíritu Santo[248].
Semillitas al Señor  
  "Así como el sol alumbra a los cedros y al mismo tiempo a cada florecilla en particular, como si sola ella existiese en la tierra, del mismo modo se ocupa nuestro Señor particularmente de cada alma, como si no hubiera otras. (Manuscrito A, 3 r°)
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Vos obráis como Dios, que nunca se cansa de escucharme cuando le cuento con toda sencillez mis penas y mis alegrías, como si él no las conociese... (Manuscrito C, 32)
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Puedes, por lo tanto, como nosotras, ocuparte de "la única cosa necesaria", es decir, que aun entregándote con entusiasmo a las obras exteriores, tengas por único fin complacer a Jesús, unirte más íntimamente a él. (Carta 228)
 
El Señor y los corazones...  
  ¡Ah, qué verdad es que sólo Dios conoce el fondo de los corazones!... ¡Qué cortos son los pensamientos de las criaturas!... (Manuscrito C, 19 v°)
 
El Señor Es ternura...  
  Al entregarse a Dios, el corazón no pierde su ternura natural; antes bien, esta ternura crece haciéndose más pura y más divina. (Manuscrito C, 9 r°)
 
El Señor esta siempre con nosotros...  
  cielo que le es infinitamente más querido que el primero: ¡el cielo de nuestra alma, hecha a su imagen, templo vivo de la adorable Trinidad!... (Manuscrito A, 48)
 
Santo Rosario  
   
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