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EVANGELIO DE LA INFANCIA ESPIRITUAL

 

EVANGELIO DE LA INFANCIA ESPIRITUAL
Esteban J. Piat
AVE MARÍA LIMINAR
Leemos en el Libro de los Reyes: “Y dirigió Yave a Elias su palabra diciendo: – Pártete de aquí vete hacia el oriente, y escóndete junto al torrente de Carith, que está frente al Jordán. Beberás agua del torrente, y yo mandaré a los cuervos que te den de comer allí. Hizo según la palabra de Yave, y fue a asentarse junto al torrente dé Carith, que está frente al Jordán. Y los cuervos le llevaban por la mañana pan y carne, y pan y carne por la tarde, y bebía del agua del torrente –.”
Los más antiguos textos del Carmelo hilan preciosos símbolos con estas palabras transparentes. A todo el que sepa retirarse junto al torrente de la Caridad – de Carith, Caritas, con perdón de hermeneutas –, los negros cuervos del Señor, que aquí serán los blancos ángeles o las luces divinas, bajarán nutritivas y sabrosas raciones de oración.
Mas, ¿y a las muchas almas que no pueden huir a los torrentes solitarios, por estar enclavadas a sus obligaciones entre la turbamulta de los hombres, nadie les llevará – pico de cuervo, mano angélica – su pan y carne de recogimiento, su celeste bocado de elevación a Dios? ¿No podrá haber en las grandes metrópolis, en los centros obreros, en los runruneantes conglomerados industriales, sus rinconcitos de Tebaida, sus pequeños torrentes que enriquezcan de silencios sonoros y bañen en aguas que retocen hasta la vida eterna?
El libro que ponemos en tus manos, carísimo lector, viene a enseñarte una manera de hallar en tu ventana, cuando leas sus páginas, el ala misteriosa que te nutra de cielo. Viene a elevarte dulcemente, casi sin ser notado, hacia el amable Dios que el Hijo quiere que llamemos Padre, partiendo de los santos evangelios y avanzando por caminos de infancia. Porque el EVANGELIO DE LA INFANCIA ESPIRITUAL conjuga las enseñanzas del Señor y el eco de ellas en el simple y ardiente corazón de una monjita de clausura que consumió su vida en el regazo del Amor y ahora gasta su cielo deshojando rosas sobre la tierra.
No se trata de un libro de meditación en la clásica forma de punto primero, punto segundo... El Padre Stéphan J. Piat se acerca más al Padre Pierre Charles que dispara su flecha hacia la intimidad de la oración desde todas las cosas, y a todas las horas, sin someterse a formulismos no siempre compatibles con el irregular vaivén de nuestra vida.
Ni, en rigor, es un libro de meditación, sino más bien de ambientadota lectura espiritual que nos prepare a gustar directamente los textos evangélicos “cuya inefable profundidad y tierna familiaridad nada puede reemplazar”. El alma se echa entonces – así lo quiere Piat – a los pies del Maestro y charla allí sin reparos con Él, hasta crearse un clima en el que viva luego todo el día, cuando haya que dar con el mazo sin dejar de rezar, según aquello del Señor: “Conviene siempre orar y no desfallecer jamás.”
El autor se pregunta si es posible rezar de esta manera. Y ofrece su obra, en experiencia, al apóstol absorbido por la acción cotidiana, como al obrero dirigente. Un evangelio de la infancia espiritual más bien parece había de cuadrar a almas contemplativas, a corazones místicos consagrados a las delicadezas y delicias del amor recoleto. Sin que se excluya a éstos, el pensamiento de Piat corre primero a las personas de tráfago y a los fornidos proletarios.
Mucho esperamos para todos de estas páginas sólidas, en las que se descubren reciedumbres de trazo y de pisada expresamente intentadas para tornar más fuerte la lectura, sin que por ello quede menos dulce.
La doctrina perenne del evangelio recogida con ecos del Carmelo por Teresita del Niño Jesús e instrumentada por un hijo del Santo de la Umbría... No llevaban más ricos alimentos los cuervos de Carith.
 
Miguel Melendres
Tarragona, Ascensión del Señor, 1956
 
 
PROLOGO
Para los cristianos deseosos de seguir la senda de la infancia, las obras de espiritualidad no escasean ciertamente. La “Historia de un Alma” – con “Consejos y recuerdos, Cartas, Poesías”, y su complemento “Novissima Verba” – constituye el libro que hay que tener en la mesita de noche para leerlo y releerlo sin cesar.
Las publicaciones del Carmelo singularmente “El Espíritu de Santa Teresita” y “En la Escuela de Santa Teresita del Niño Jesús” son el indispensable comentario oficial de tales libros.
Hemos de citar, además, el “Renacimiento espiritual” del Padre Petitot, “Caminito de la Infancia Espiritual”, del Padre Martín y la biografía de la Santa por Monseñor Laveille.
Con todas estas obras queda indicado lo esencial a conocer y aprovechar.
El presente libro no pretende añadir su voz a la de los Maestros. Su propósito, más modesto, no es otro que el de ofrecer a los devotos de Lisieux, inspirándose en aquellos trabajos, meditaciones evangélicas sobre la infancia espiritual. ¿No es, acaso, en el secreto de la oración en donde el Espíritu de Amor aprende a articular el grito filial por excelencia: Abba, Padre?
Con una gran libertad, al ágil ritmo de los principales pasos que van dirigiendo nuestra miseria hacía la Infinita Misericordia, hemos espigado, aquí y allá, en el Libro de los libros, escenas, parábolas, diálogos de los que eran el ávido sustento de Teresita. Ningún orden cronológico. Ninguna pauta lógica. Un solo hilo conductor para servir de enlace a los dispares episodios y agruparlos de algún modo: el movimiento mismo de la espiritualidad teresiana, dividido – hasta donde su misma sencillez lo permite – en los temas progresivos que va indicando el sumario: Humildad; Misericordia divina; Confianza; Abandono; Ofrecimiento amoroso de las cosas pequeñas; Apostolado. Y coronándolo todo, el ejemplo de María y la oblación de nuestra Santa.
El camino seguido, que carece por lo demás, de rigor alguno, tiende solamente, por la evocación concreta de una página del Evangelio, a provocar un examen personal, a suscitar un estado de alma, a hacer nacer un deseo. La reproducción textual de fragmentos adoptados, tomados de los escritos de la pequeña Doctora de la Infancia Espiritual, refuerza la impresión, despertando en los corazones un eco de las “voces de Lisieux”.
* * *
A aquellos que traten de meditar estas páginas ¿sería presunción por nuestra parte aconsejarles un método? Someramente esbozado es este: leer en voz baja un capítulo; retener bien su inspiración central, con la palabra, el grito, en que parece hallarse contenido todo él, como la frase que sirve de título al episodio, o cualquier otra libremente elegida, pues “el Espíritu alienta donde quiere”; llegada la hora de la oración, saborear lentamente, en el fragmento correspondiente del Evangelio, el texto mismo que inspira aquél, cuya inefable profundidad y tierna familiaridad nada reemplaza; echarse entonces a los pies del Maestro para charlar sin reparos con Él, en la actitud renovada de los héroes del Libro Sagrado; dejar poco a poco que penetre en el alma y en ella se grabe profundamente el leitmotiv de la meditación; y finalmente vivir de ella y para ella durante todo el día, repitiendo en secreto: “Señor, tengo sed de Vós... Señor, sabéis bien cuánto os amo... Jesús, hijo de David, tened piedad de mí... Hijo mío, dame tu corazón.”
Rezar así ¿es acaso imposible? Si este libro puede ayudar a ello a los apóstoles absorbidos por la acción cotidiana y más ávidos, por lo mismo, del “don de Dios”, si puede sobre todo iniciar en la oración a alguno de esos ardientes jocistas (afiliados a las J.O.C, Juventudes Obreras Católicas) a cuyo alrededor me he movido tantas veces, y a todos esos dirigentes obreros a los cuales he consagrado mi vida, gracias sean dadas a la querida Santita, Estrella de la vida militante.
 
Fr. Esteban-José Piat, O. F. M.
16 de junio de 1939,
Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.
 
 
 
Semillitas al Señor  
  "Así como el sol alumbra a los cedros y al mismo tiempo a cada florecilla en particular, como si sola ella existiese en la tierra, del mismo modo se ocupa nuestro Señor particularmente de cada alma, como si no hubiera otras. (Manuscrito A, 3 r°)
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Vos obráis como Dios, que nunca se cansa de escucharme cuando le cuento con toda sencillez mis penas y mis alegrías, como si él no las conociese... (Manuscrito C, 32)
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Puedes, por lo tanto, como nosotras, ocuparte de "la única cosa necesaria", es decir, que aun entregándote con entusiasmo a las obras exteriores, tengas por único fin complacer a Jesús, unirte más íntimamente a él. (Carta 228)
 
El Señor y los corazones...  
  ¡Ah, qué verdad es que sólo Dios conoce el fondo de los corazones!... ¡Qué cortos son los pensamientos de las criaturas!... (Manuscrito C, 19 v°)
 
El Señor Es ternura...  
  Al entregarse a Dios, el corazón no pierde su ternura natural; antes bien, esta ternura crece haciéndose más pura y más divina. (Manuscrito C, 9 r°)
 
El Señor esta siempre con nosotros...  
  cielo que le es infinitamente más querido que el primero: ¡el cielo de nuestra alma, hecha a su imagen, templo vivo de la adorable Trinidad!... (Manuscrito A, 48)
 
Santo Rosario  
   
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