TEMA. 15: LA TEOLOGÍA TRINITARIA CONTEMPORÁNEA
15.1. La Enseñanza Trinitaria del Concilio Vaticano II.
15.2. La Enseñanza Trinitaria de Juan Pablo II.
15.3. La Cuestión Teológica de la Relación entre Trinidad Inmanente y Trinidad Económica.
15.4. Teología de la Cruz y Reflexión Trinitaria.
15.5. Misterio de Trinidad y Espiritualidad Cristiana.
A) DESARROLLO
15.1. La Enseñanza Trinitaria del Concilio Vaticano II.
El Concilio Vaticano II se convoca como un concilio pastoral y eclesiológico, sin intención de tratar directamente las cuestiones trinitarias. Sin embargo, el misterio trinitario es un constante punto de referencia en la Teología del Concilio Vaticano II. Así, aunque desde el punto de vista estricto de la doctrina trinitaria no se intente hacer ninguna aportación, sí se presenta una doctrina importante en torno a la relación entre el misterio de la Trinidad y la historia de la salvación del hombre. La Trinidad está en el centro de la doctrina cristiana. Baste recordar el comienzo de la Constitución Lumen Gentium[123] con su grandiosa visión de la Iglesia en la que se manifiesta el designio salvador del Padre, la relación de la Iglesia con el misterio de la Trinidad, la descripción de la relación entre hombre y el misterio trinitario en la Constitución Gaudium et Spes[124], o el misterio trinitario como perspectiva en que se ha de leer la Sagrada Escritura en Constitución Dei Verbum[125].
El Concilio Vaticano II, con su mayor atención a la historia de salvación, desarrolla una teología trinitaria más bien en conexión con la visión económica del misterio trinitario. Al Padre se le atribuye el designio creador y salvador, el envío del Hijo y del Espíritu Santo, el llamamiento a participar en la filiación del Hijo. El Padre es el término y fin de la acción de Cristo y del Espíritu. Al Hijo se le asigna la revelación del Padre, redención, el don del Espíritu. Al Espíritu Santo se le asigna la santificación de la Iglesia y la de las almas, el produce la unidad en la Iglesia, la distribución de los dones y carismas, la configuración con Cristo.
La consideración del misterio trinitario a la luz de las misiones divinas ha dado nuevas fuerzas a la renovación de la pneumatología, precisamente al poner de relieve la actuación del Espíritu en la Iglesia. Esta misma perspectiva es la más adecuada para situar todo el misterio cristiano en un marco trinitario. La Iglesia es el Cuerpo de Cristo animado por el Espíritu. El cristiano se hace hijo de Dios en Cristo, por la acción del Espíritu Santo. Todo apunta hacia la estrecha relación entre la misión del Hijo y la misión del Espíritu.
15.2. La Enseñanza Trinitaria de Juan Pablo II.
Juan Pablo II ha prestado gran atención al misterio trinitario. Además de las amplias catequesis durante las audiencias los miércoles dedicadas a cada una de las divinas Personas, ha publicado una trilogía de encíclicas trinitarias de un denso contenido teológico que son: Redemptor hominis , Dives in misericordia y Dominum et vivificantem .
Estas encíclicas guardan entre sí una estrechísima unidad, tanto en la temática central -Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo-, cuanto en la mente y las intenciones del Papa. Se trata de tres documentos sucesivos, coordenados, dedicados a exponer contenidos centrales del misterio trinitario conectándolos con los aspectos ontológicos y económicos presentes en la revelación del misterio de Dios, es decir, sobre la de los hombres obrada por las tres Personas Divinas.
La trilogía de las Encíclicas trinitarias se sitúa teológicamente dentro de este contexto, en el que el misterio de Dios y el misterio del hombre son contemplados a la par, y penetrados racionalmente a la luz de la misericordiosa acción redentora. Y así, el estudio sobre Dios, en su ser y en su obra, es inseparable de lo que Él mismo ha querido mostrarnos en la donación del Hijo, es decir, en la asunción redentora de la vida humana hasta su muerte. De acuerdo con esto, la orientación teológica de la trilogía consiste en volver la vista hacia el misterio de Dios para contemplar en su raíz mas profundo el misterio del hombre.
En la primera de las Encíclicas (RH), el acento se pone en uno de los hilos conductores: la Encarnación redentora del Hijo.. Desde los primeros números de la RH, el hecho redentor es contemplado no sólo como misterio revelado sino como una luminosa verdad de fe en la que está la clave para conocer más al fondo a Dios y al hombre en sí mismo y en su mútua relación. El Papa descubre aquí un magnífico ejemplo de cómo se unen armónicamente el teocentrismo y el antropocentrismo, pues la apertura a Cristo, en cuanto Redentor del mundo, revela plenamente el hombre al ismo hombre. Él mismo encarna y personifica la misericordia de Dios hacia el hombre, de tal forma que el misterio pascual es el culmen de la revelación del inescrutable misterio de Dios. Así pues, puede decirse con justicia que Cristo mismo es el hilo conductor que da peculiar unidad a esta trilogía trinitaria.
En la segunda de las encíclicas (DM), Juan Pablo II ha mostrado el rostro compasivo del Padre que se inclina con la fuerza del perdón sobre las heridas del mundo. Esta misericordia del Padre se ha manifestado plenamente en la encarnación redentora del Hijo. Dice Juan Pablo II: Cristo confiere un significado definitivo a toda la tradición veterotestamentaria de la misericordia divina. No sólo habla de ella explicándola con semejanzas y parábolas, sino que además y ante todo, él mismo la encarna y personifica. Él mismo es, en cierto sentido, la misericordia[126]. La encarnación del Verbo no sólo es obra de caridad de Dios, sino también revelación suma de la misericordia divina hecha persona. Y el misterio pascual de Jesús es la cúspide de la revelación de la misericordia divina: es la ofrenda del Hijo al Padre misericordioso en el abrazo de la caridad del Espíritu Santo.
Juan Pablo II escribió la tercera de la trilogía trinitaria (DV) con la idea de que por amor, Cristo resucitado dona a su Iglesia el Espíritu Santo. En esta encíclica el Papa trata especialmente de la acción del Espíritu Santo en la historia de salvación de los hombres desde la creación hasta su plenitud en el juicio final. Y esto se expresa en los diversos pasajes concretos de la encíclica, como por ejemplos: El Espíritu es la fuente de la vida en la historia de la humanidad[127]. También el Papa trata sobre la obra del Espíritu Santo en el tiempo de la Iglesia, desde primer Pentecostés hasta nuestros días.
En su pontificado se destaca particularmente la labor teológica plasmada en el Catecismo de la Iglesia Católica. El Catecismo desarrolla la exposición de los artículos de la fe siguiendo el Símbolo de los Apóstoles, que se completa con el del Nicenoconstantinopolitano. Antes que nada, advierte de la importancia que tiene la expresión Creo en Dios, que es entendida como la afirmación de la existencia de un único Dios. Después de esto, insiste que la confesión de la unicidad de Dios es inseparable de la confesión de la existencia de Dios, el Catecismo presenta los atributos divinos en base a una concepción bíblica: Dios como único, personal, vivo, santo, misericordioso, verdad y amor[128].
El Catecismo considera brevemente las Personas del Padre y del Hijo[129] y después, se detiene en las cuestiones referentes al Espíritu Santo[130], prestando especial atención a su origen. En concreto, la procesión del Espíritu Santo se formula de las tres maneras en que ha venido a ser expresada a lo largo de la historia. Se recoge, en primer lugar, la fórmula del Concilio de Constantinopla sin la adición del Filioque , insistiendo en que la Iglesia reconoce al Padre como la fuente y el origen de la divinidad[131]; se trata a continuación en la explicación de la tradición latina del Filioque , es decir, en el tratamiento de su historia y su significado doctrinal[132]: se indica, finalmente, la validez de la fórmula oriental según la cual el Espíritu Santo procede del Padre por el Hijo y su convergencia con la fórmula occidental.
Tras esto, el Catecismo pasa a exponer el enunciado estricto del misterio trinitario, que se expresa en tres grandes proposiciones siguiendo el orden clásico: 1. La Trinidad es una; 2. Las Personas divinas son realmente distintas entre sí; 3. Las Personas divinas son relativas unas a otras[133]. Finalmente, el Catecismo dedica cuatro números[134] a explicar que las obras ad extra son comunes a las tres Personas y dan a conocer tanto las propiedades de las Personas divinas como su naturaleza única, insistiendo al mismo tiempo en la relación de la vida cristiana con el misterio trinitario.
15.3. La Cuestión Teológica de la relación entre la Trinidad inmanente y la Trinidad económica.
Las expresiones Trinidad inmanente y Trinidad económica tienen gran importancia en la teología trinitaria. Trinidad inmanente se refiere a la Trinidad considerada en sí misma, y Trinidad económica se refiere a la Trinidad en cuanto manifestada en la historia, mediante las misiones divinas. Es decir, Trinidad inmanente se hace Trinidad económica -se revela y se comunica al hombre- precisamente en las misiones de las Personas. Y las misiones remiten necesariamente al origen de la Persona enviada. Esto es así por la naturaleza misma del misterio trinitario y de la salvación del hombre.
En efecto, la salvación del hombre consiste en la unión personal con Dios en el diálogo de conocimiento y de amor mantenido con cada una de las Personas divinas, en cuanto distintas. Este diálogo no podría tener lugar si en su relación con nosotros las Personas divinas no manifestasen aquello que es propio, es decir, lo que pertenece a su origen. Las Personas divinas, en su actuación económica, remiten siempre a su procedencia eterna. El Hijo remite siempre a su filiación; el Espíritu remite siempre a su carácter de Amor y de Don. De ahí que la manifestación económica de la Trinidad constituya una manifestación de la Trinidad Inmanente.
Karl Rahner en su interpretación sobre la relación entre ambas, planteó un problema en su Grundaxiom, axioma fundamental, que no coincide con la doctrina de Iglesia. El axioma tiene dos partes: La primera, es la identificación entre La Trinidad económica y Trinidad inmanente y esto no ofrece dificultad alguna y se afirma en la teología de las misiones. En la segunda parte de su axioma -la identificaron entre Trinidad inmanente y Trinidad económica- Karl Rahner dice -y a la inversa no parece aceptable. Y aquí, la dificultad estriba no en que la Trinidad económica refleje a la Trinidad inmanente, sino en que la refleje de tal forma que se puede identificar con ella, es decir, la manifieste en su totalidad.
Yves Congar critica esta doctrina de Rahner, y argumenta que la Trinidad económica revela la Trinidad inmanente, pero no la revela en su totalidad, porque existe un límite: la encarnación tiene sus condiciones propias, derivadas de su naturaleza de obra creada. La argumentación es clara: las misiones, que manifiesta la Trinidad inmanente, no la manifiesta en su totalidad. De ahí que no se puede identificar con ella. La Trinidad económica manifiesta a la Trinidad inmanente, pero la Trinidad inmanente no es la Trinidad económica.
W. Kasper siguiendo los argumentos de Congar, argumenta que la axioma fundamental de Karl Rahner es ambigua y se presta a malentendidos. El argumenta que si se aplicase el Grundaxiom como axioma geométrico, la Trinidad inmanente estaría en peligro de disolverse en la historia. Él propone que Trinidad inmanente no se puede identificar con Trinidad económica, pues la Trinidad económica manifiesta a la inmanente por medio de la kénosis, en el mundo histórico en el que cuenta la libertad del hombre y la libertad de Dios.
15.4. Teología de la Cruz y la Reflexión Trinitaria.
La “Theologia Crucis” en su origen, es expresión acuñada por Lutero y es definida en contraposición a la “Theologia Gloriae”. Lutero llama “theologia gloriae” a la teología mística y a la teología especulativa. Esta teología es fundada en el conocimiento natural de Dios desarrollado en la teodicea, la cual que sería provisional, desapareciendo cuando se mostrase la Cruz. Sólo cuando se piensa a la vez en la cruz, afirma Lutero, el conocimiento de Dios por las obras de la creación es saludable.
Lutero llama “Theologia Crucis” la única y verdadera teología, ya que ahí se encierra el auténtico conocimiento de Dios. En su doctrina reformadora, llama “Teología Cruz” a un quehacer enmarcado por estos dos rasgos: incompatibilidad entre conocimiento natural y sobrenatural por una parte, y total alteridad de Dios con respeto al mundo, por otra. Esta alteridad conlleva, como consecuencia, que se presenta la fe tanto mas pura cuanto mas absurda parezca al sentido común, y que se diga que la justicia de Dios es tanto mas pura cuanto mas injusta aparezca. Eso explica que la cruz, a la vez suplicio y trono de gloria, sea considerada por Lutero unilateralmente como desgarramiento, y que él presente a Cristo como aplastado por la ira del Padre hacia Él, padeciendo auténticamente, en sustitución meramente legal, los tormentos del infierno.
La teología católica no admite el planteamiento dualista luterano de la oposición entre la theologia crucis y la theologia gloriae. Más bien, la revelación en la Cruz se constituye junto a la resurrección como el momento cumbre de la revelación divina de Dios de su amor y su misericordia. Dios ya se ha manifestado abundantemente antes de la Cruz. Pero la muerte de Cristo en la Cruz es la síntesis y el núcleo de su mensaje. La Cruz es el extremo al que puede llegar Dios en su amor difusivo, es la autodefinición insuperable de Dios. La Cruz revela, junto con el amor del Padre a los hombres, la actuación plena de la filiación divina de Jesús que, al entregarse voluntariamente a la muerte, responde con su devoción filial al Padre, y a la autodonación del Padre a su Hijo hecho hombre. La respuesta del Padre a la entrega de Cristo es la resurrección en la que recibe la glorificación que le constituye como “Señor”. Y en cuanto Señor, Cristo envía el Espíritu Santo a los hombres, a quienes, por el mismo Espíritu, da una participación en su propia gloria y, definitivamente, en la vida misma de Dios. El envió del Espíritu Santo -que no se puede separar del acontecimiento de la Cruz, muerte y resurrección de Cristo- expresa y realiza la plenitud escatológica de la vida, de la muerte y de la resurrección de Cristo. El Espíritu Santo es el perpetuo dador de sentido, de la verdad del misterio de Cristo para la Iglesia.
15.5. El Misterio Trinitario y Espiritualidad Cristiana.
Toda la vida cristiana se edifica sobre un hecho fundamental: “Dios nos invita a responder a su donación”. Este intercambio amoroso con la Trinidad tiene lugar ya en la tierra, pues por el Bautismo somos hechos nueva creatura en Cristo. Se trata de una nueva vida, que lleva en sí misma la tendencia a crecer y a desarrollarse hasta llegar a su plenitud en la vida del cielo. La nueva vida en Cristo no es algo futuro, sino algo ya presente y operante en el cristiano. El Espíritu habita en el alma en estado de gracia, derramando sobre ella sus dones, y sobre todo, la caridad que nos impulsa a gastar la vida por amor, en las tareas de cada jornada. Bajo la moción del Espíritu Santo, la vida interior del cristiano se va edificando sobre la realidad de su filiación divina en Cristo.
La vida cristiana exige, por eso, docilidad al Paráclito, que es enviado a nuestros corazones para llenarnos de caridad; exige afirmar la propia existencia en la roca de la filiación divina, matizando todos nuestros pensamientos y obras con el espíritu filial de quienes pueden dirigirse a Dios llamándole “Abbá” -la misma oración de Jesús-, por el Espíritu que nos ha sido dado.
La liturgia es el modelo sobre el que basar la piedad personal. Ahora bien, el objeto de la liturgia es la glorificación de la Trinidad. Este fue también el centro de vida y la muerte de Jesús: dar gloria al Padre mediante su obediencia y entrega. Inmersa en la actuación de Cristo, la liturgia tiene estructura esencialmente trinitaria. También la piedad de cualquier cristiano debe tener estructura trinitaria. En la liturgia, el bautismo se administra en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; las oraciones se dirigen al Padre, por el Hijo, en Espíritu Santo; los salmos se concluyen con la doxología trinitaria, que, a su vez, está universalmente presente en la oración de la Iglesia. Todas las celebraciones de los sacramentos y sacramentales manifiesta explícitamente que la salvación viene de la Trinidad y culmina en la unión con la Trinidad.
La verdad trinitaria pertenece también a la estructura más intima de todo el quehacer teológico -el teólogo dirige su mirada hacia el Dios que se ha revelado en Cristo-, también en su dimensión moral. Puede decirse con justicia que si la teología moral quiere ser autentica teología, debe reflexionar sobre Dios, sobre el mundo y el hombre desde un punto de vista muy preciso: la mútua donación personal existente entre Dios y el hombre, que alcanza su cima en la mútua inhabitación. La moral cristiana es la moral de hijos de Dios.
Los autores de la teología espiritual suele concebir la inhabitación trinitaria como el fundamento de la experiencia mística. San Juan de la Cruz piensa: la vida mística implicaría una experiencia -oscura de la fe- de la Trinidad que inhabita en nuestros corazones. Esta experiencia es a su vez, un anticipo del cielo.
B) RESUMEN
La Enseñanza Trinitaria del Concilio Vaticano II: Lumen Gentium, Gaudium et Spes y la Dei Verbum.
La Enseñanza Trinitaria de Juan Pablo II:Redemptor hominis , Dives in misericordia y Dominum et vivificantem .
La Cuestión Teológica de la Relación entre Trinidad Inmanente y Trinidad Económica: las expresiones Trinidad inmanente y Trinidad económica tienen gran importancia en la teología trinitaria. Trinidad inmanente se refiere a la Trinidad considerada en sí misma, y Trinidad económica se refiere a la Trinidad en cuanto manifestada en la historia, mediante las misiones divinas. Es decir, Trinidad inmanente se hace Trinidad económica -se revela y se comunica al hombre- precisamente en las misiones de las Personas. Y las misiones remiten necesariamente al origen de la Persona enviada. Esto es así por la naturaleza misma del misterio trinitario y de la salvación del hombre.
Teología de la Cruz y Reflexión Trinitaria: la teología católica no admite el planteamiento dualista luterano de la oposición entre la theologia crucis y la theologia gloriae. Más bien, la revelación en la Cruz se constituye junto a la resurrección como el momento cumbre de la revelación divina de Dios de su amor y su misericordia. Dios ya se ha manifestado abundantemente antes de la Cruz. Pero la muerte de Cristo en la Cruz es la síntesis y el núcleo de su mensaje. La Cruz es el extremo al que puede llegar Dios en su amor difusivo, es la autodefinición insuperable de Dios. La Cruz revela, junto con el amor del Padre a los hombres, la actuación plena de la filiación divina de Jesús que, al entregarse voluntariamente a la muerte, responde con su devoción filial al Padre, y a la autodonación del Padre a su Hijo hecho hombre.
Misterio de Trinidad y Espiritualidad Cristiana:toda la vida cristiana se edifica sobre un hecho fundamental: “Dios nos invita a responder a su donación”. Este intercambio amoroso con la Trinidad tiene lugar ya en la tierra, pues por el Bautismo somos hechos nueva creatura en Cristo. Se trata de una nueva vida, que lleva en sí misma la tendencia a crecer y a desarrollarse hasta llegar a su plenitud en la vida del cielo.
C) BIBLIOGRAFÍA:
Lucas F. Mateo-Seco : Dios Uno y Trino, Eunsa, Pamplona, 1998.
Antonio Aranda (de.) : Trinidad y salvación: Estudios sobre la trilogía trinitaria de Juan Pablo II.
Cesar Izquierdo Urbina: Teología Fundamental, Eunsa, Pamplona, 1998.