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El gran remedio: la sencillez de los pequeñuelos

Hemos de aceptar la humillación de nuestras faltas

Este es el punto más difícil de entender y de practicar: estar contentos de nuestra miseria; estar contentos de la humillación que las faltas reportan, sin querer éstas y aun detestándolas. Nuestra Santa Teresita nos lo enseñará, en su camino de la Infancia Espiritual.

"También tengo debilidades ­nos dice­ pero nunca me maravillo. Tampoco me sobrepongo a las pequeñeces de la tierra. Por ejemplo: a veces estoy tentada de apurarme por alguna tontería que habré dicho o hecho. ¡Ah, he aquí que todavía estoy en el primer punto como antes! me digo a mí misma. Pero lo digo con gran dulzura y sin tristeza. ¡Es tan dulce sentirse débil y pequeño! 32.

Da una regla que han de tener muy en cuenta, en esta materia, y que han de recordar cada día las almas pequeñas que quieren andar por el camino de Santa Teresita: Lo importante para mantener el fervor, es guardar el corazón para Jesús, y esto se hace, a pesar de las caídas y de nuestra fragilidad, por la pureza de intención, renovada cada día 33.

PAZ-INTERIOR/HUMILDAD: Corrobora esta hermosa doctrina de la infancia espiritual, sobre la conducta que hemos de observar en nuestras faltas y caídas, un texto del Beato Eymard, transcrito en el libro de la hermana de la santa.

"...La perfección y sus progresos se encuentran en la humildad, que nos hace soportar el estado humillante que es efecto de nuestra naturaleza, de nuestras imperfecciones, y, además, nos hace obrar y vivir en este estado. Un ejemplo os dará a entender mi pensamiento: Ved al niño: está lleno de defectos, es ignorante, no sabe nada, todo lo rompe, cae a cada momento en las mismas faltas, y, no obstante, este niño es muy cándido, vive en paz, se divierte y duerme tranquilo. ¿Sabéis por qué? Tiene la simplicidad interior, se conoce tal cual es, acepta en paz la humillación de su estado, confiesa su ignorancia, su inexperiencia, sus defectos; a todo responde: "es verdad", y, cuando ha hecho esta confesión, en lugar de avergonzarse. de llorar, o de enfadarse por ello, se va a jugar. habla de otras cosas como de ordinario. He aquí el secreto de la paz interior: la simplicidad de la infancia... ¡Ah! creedme. poned vuestra paz interior en esta sencillez de niño, y será inalterable. Si queréis ponerla en vuestra enmienda, en vuestros progresos en la perfección, no la tendréis nunca. He aquí una razón profunda: es que, cuanto más nos acercamos a Dios, mas descubrimos nuestra miseria y nuestra nada y he aquí por qué cuanto más santa es el alma, es también más humilde. Oíd a la Santísima Virgen, cuando manifiesta su gratitud por haber sido elevada a la dignidad divina de Madre de Dios. Mi alma ­dice­ glorifica al Señor, porque ha mirado la bajeza de su sierva. He aquí la simplicidad perfecta, que da a Dios todo lo que le pertenece y no guarda para si otra cosa que la bajeza"' 34.

Difícilmente se puede encontrar una explicación más clara y dulce, al mismo tiempo, de como hemos de aceptar humilde y dulcemente nuestras caídas, faltas y defectos, sin desalentarnos, ni amilanarnos, antes al contrario, sabiendo gloriarnos por la humillación que nos causan.

No hay que desalentarse nunca

DESALIENTO/FALTAS FALTAS/TRISTEZA: Lo dicho no significa que no sintamos la pena y la tristeza que nos causan las caídas. La misma santa Teresita nos lo enseña con su experiencia tan consoladora, cuando nos dice:

"Por mi parte. procuro no desalentarme nunca. Cuando he cometido una falta que me hace estar triste, se muy bien que es la consecuencia de mi infidelidad. ¿Pero creéis que me detengo aquí? ¡Oh! ¡No! Corro a decir a Dios: Dios mío, sé que he merecido este sentimiento de tristeza, pero dejadme que os lo ofrezca, como si fuese una prueba que Vos me enviaseis por amor. Me sabe mal lo que he hecho, pero estoy contenta de tener esta pena para ofrecérosla"' 35.

"Si Vos os hacéis sordo a los plañideros gemidos de vuestra miserable criatura, si permanecéis encubierto, acepto, a pesar de esto, estar transida de frío y me regocijo en este sufrimiento, no obstante haberlo merecido" 36.

"Puesto que, durante mucho tiempo, también yo, al ver caer mis flores al suelo, me decía muy extrañada y triste: ¡ Así, pues, nunca serán más que deseos! Y repetía a Dios: Vos sabéis que a pesar de mis inmensas aspiraciones de amor, no soy una águila capaz de volar siempre por las alturas; al contrario, pobre pajarilla que soy, con harta frecuencia, me distraigo de mi única ocupación, me alejo de Vos, mojo mis pequeñas alas, apenas formadas, en los lodazales que encuentro en la tierra! Entonces gimo como la golondrina, y mi gemido os lo da a entender todo, y Vos os acordáis, ¡oh misericordia infinita!, de que no habéis venido a llamar a los justos sino a los pecadoras'' 37.

También en las reglas de la Suma Espiritual antes citada, encontramos estas enseñanzas sobre la tristeza que causan las faltas, cuando nos dice: "Sepa de nuestras culpas, que tienen veneno, y forzosamente lo ha de sentir el corazón con desmayos, bascas y amarguras; y, así, no desconozca estos efectos, sino aprenda a sufrirlos, como penitencia justa de la culpa, que en esto hay gran mérito."

Es preciso levantarse siempre

Esta tan delicada doctrina es corroborada por la Santa en una de las cartas a sus hermanos espirituales 38, donde dice:

"Soy enteramente de vuestro parecer: el Corazón de Jesús se entristece mucho más de las mil pequeñas imperfecciones de sus amigos que no de las faltas, aun graves, que cometen sus enemigos Pero... me parece que es únicamente cuando los suyos se habitúan a sus indelicadezas y no le piden perdón, que Él puede decir: Estas llagas que véis en mis manos las he recibido en la casa de aquellos que me amaban 39. En cuanto a los que le aman y que, después de cada falta se arrojan en sus brazos y le piden perdón, Jesús se conmueve de gozo. Y dice a sus ángeles aquello que el padre del hijo pródigo decía a sus criados: Ponedle el anillo en el dedo y alegrémonos" 40.

Lo mismo decía muchos años antes el autor de la Suma Espiritual: "Es muy poderoso remedio asegurar en su alma que le da grande gusto a Nuestro Señor y grande honra el que le va a pedir perdón de su pecado." Y en seguida explica como el demonio pone tantos obstáculos al alma, para estorbarla de lo que haga y hace notar los frutos que se siguen de vencer esta repugnancia y no cansarse nunca de pedir perdón. Exactamente se expresaba Santa Teresita, cuando decía:

"¡Qué poco conocidos son la bondad y el amor misericordioso del Corazón de Jesús! Es cierto que, para gozar de estos tesoros, es necesario humillarse, reconocer la propia nada, y esto es lo que muchas almas no quieren hacer..." 41.

Una norma práctica

Resumamos esta materia con la definición de nuestra Santa Teresita, al señalar cual ha de ser la perfección de las almas pequeñas, que quieren seguir su camino espiritual:

"Basta con humillarse, con soportar dulcemente sus imperfecciones: HE AQUÍ LA SANTIDAD PARA NOSOTROS" 42.

¿Hay cosa más sencilla?

Nos hemos de hacer pequeños

Santa Teresita, al explicar como encontró el camino de la infancia espiritual, dice que había comprobado la gran diferencia que mediaba entre ella y los santos, y que no podía hacerse grande como ellos, y por esto buscó un ascensor, ya que "era demasiado pequeña para subir la ruda escalera de la perfección" 43.

Una cosa semejante le ocurre, cuando lee ciertos tratados, donde la perfección es expuesta a través de mil obstáculos: su espíritu se fatiga y cierra el libro demasiado sabio, que le quiebra la cabeza y le seca el corazón 44'. Y dice:

"Felizmente el reino de los cielos consta de muchas moradas; porque, si no hubiese más que aquellas, cuya descripción y camino me parecen incomprensibles, es seguro que no entraría en ellas. Pero si hay la morada de las almas grandes, la de los Padres del desierto, la de los mártires de la penitencia, también habrá la morada de los pequeñitos: allí nos está reservado nuestro lugar" 45.

Nada extraordinario

Nuestra Santa toma modelo de la Virgen Santísima en Nazaret, contempla extasiada aquella vida perfectísima y, a ejemplo suyo, sigue un camino, en el cual "nada hay que salga de lo ordinario, donde la perfección se ejerce, antes que todo, en pequeños actos de virtud sencillos y muy escondidos" 46.

A propósito de haber caído enferma por haber llevado demasiado tiempo una crucecita de hierro, dice:

"Esto no me hubiera ocurrido por tan poca cosa, si Dios no hubiese querido darme a entender que las maceraciones de los santos no se han hecho para mi, ni para las almas pequeñas, las cuales deben seguir el camino de la infancia espiritual, en el cual nada sale de lo ordinario 47.

Durante su última enfermedad, le diJeron que podía confiar en morir el día de la Virgen del Carmen, y respondió:

"¡Morir de amor, después de la Comunión! ¡Un día de gran fiesta! Es demasiado hermoso para mi; en esto no podrían imitarme las pequeñas almas. En mi camino no hay sino cosas muy ordinarias; ¡es menester que estas almas puedan hacer cuanto yo hago! 48.

Según este criterio, Santa Teresita prefería, entre los santos, los que no mostraban nada de extraordinario, y tenía un particular afecto y devoción al beato Teofanio Venard, de las Misiones Extranjeras. "Me gusta ­decia­ porque es un santo pequeño, porque su vida es toda ordinaria y porque amaba mucho a su familia; no comprendo los santos que no aman a su familia" 49.

Al hablar de la fundadora del Carmelo de Lisieux, santificada por virtudes ocultas y ordinarias, dice:

"Oh, esta santidad me parece más verdadera, la más santa; es la que yo deseo, porque no hay en ella ilusión alguna" 50.

Este concepto era el mismo o semejante al de Monseñor Gay, el cual dice: "La santa infancia espiritual es un estado más perfecto que el amor de los sufrimientos, porque nada inmola tanto al hombre como el ser sincero y pacíficamente pequeño. El espíritu de infancia mata más seguramente el orgullo que el espíritu de penitencia" 51.

De manera que no hemos de creer que, practicando solamente las pequeñas virtudes escondidas no podremos llegar a gran santidad; al contrario, por este camino, como dice la Santa, estamos más seguros de no tropezar con ilusiones que nos engañen o nos pierdan.

Lo esencial: Dar gusto a Dios y amarle

Siguiendo, pues, las enseñanzas de Santa Teresita, no hemos de trabajar para ser santos o santas de aquellos que la Iglesia canoniza y propone, en los altares, a la veneración de los fieles, sino sencillamente para complacer y dar gusto a Dios.

Ofrezcámosle, pues, las obras de los demás, y apliquémonos únicamente al amor. La santidad no consiste en aquel brillo exterior de virtud, que, en la tierra, es el único capaz de descubrir el heroísmo. No; la santidad es ante todo una disposición del corazón que nos hace humildes y pequeños en los brazos de Dios, conscientes de nuestra flaqueza, confiados, hasta la audacia, en su bondad de Padre, y delicadamente atentos a obedecerle y complacerle en todo.

Y esta disposición, mientras queda oculta en lo secreto del alma, es Dios sólo quien puede apreciarla con certeza... Ved las estrellas, nosotros las apreciamos según la distancia que las separa de nosotros, pero su verdadera belleza es Dios quien la conoce.

Las hay que nos parecen muy pequeñas, o que tan siquiera las llegamos a ver, y no obstante son incomparablemente más hermosas que aquellas que apreciamos como las más bellas.

El programa de la verdadera santidad que Santa Teresita ha enseñado, helo aquí: Estar siempre alerta, levantar el piececito; caer, tal vez, por flaqueza, pero levantándose siempre con humildad; trabajar sin cesar; quedar cubierto de polvo pero limpiarse de él continuamente por el fuego del amor y por los Sacramentos, que nos mantienen unidos al buen Dios; ofrecerle en fin, sin cansarse jamás, si no los éxitos, a lo menos los esfuerzos. Quien así lo hace, aun cuando ciertos defectos le impidan de cosechar gloriosamente en el campo de las virtudes, y no deba llegar a la gloria de los altares, es un santo delante de Dios, y lo es en un grado mayor o menor, según la intensidad de su buena voluntad en el esfuerzo cotidiano de su amor 52.

En el cielo tendremos muchas sorpresas, porque los santos canonizados no son siempre los más grandes... La canonización es una aureola que Dios pone en la frente de algunos de sus hijos, para gloria suya, edificación de sus hermanos en la tierra o para afianzar una misión encomendada... Todo depende de la obra que Dios quiere conseguir, por medio de ellos, en este mundo.

Es como un artista, que toma tal o cual pincel para realizar su obra... ¿Por qué toma éste y no aquél?... El que deja a un lado es, no obstante, tan pincel y tal vez mejor, que el que toma..."

Una exhortación de Santa Teresita 53

"No deseemos otra cosa que la gloria de Dios, siendo igualmente nuestro contento, ya venga por medio de los demás, ya por medio de nosotros... y aspiremos sencillamente a ser santos por el corazón, obscuros, siempre ignorados, si así place a Dios: aceptemos también que aun las flores de nuestros deseos y de nuestra buena voluntad caigan en tierra, sin que produzcan nada en este mundo; esto es muy provechoso para nuestra humildad."

"Recordad que me gustaba repetir a mis novicias: Pongámonos humildemente entre los imperfectos, tengámonos por almas pequeñas. Pero, al mismo tiempo, hemos de pensar que, si esto entra en sus designios, sabrá Dios igualmente levantarnos entre los héroes de la santidad. Ved lo que la gracia ha hecho en mí."

"Acordaos de que el único verdadero y ardiente deseo que ha de inflamar vuestro corazón, como inflamaba el mío, es el de amar a Dios cuanto podéis, procurar ser como Él desea que seáis, santa gloriosa o santa desconocida sobre la tierra ­poco importa­ mientras seáis santa según su gusto, y su amor quede plenamente satisfecho."

"Todas las flores creadas por Él son bellas: el brillo de la rosa y la blancura del lirio no disminuyen el perfume de la pequeña violeta, ni nada quitan a la arrebatadora sencillez de la margarita... Cuanto más contentas están las flores de cumplir su voluntad, más perfectas ellas son."

"Con vuestros generosos esfuerzos alcanzaréis la dicha de sostener, y quizá en muy grande medida, el edificio espiritual de la Iglesia, como aquella humilde mujer que queriendo contribuir a la construcción de una catedral, emprendida con ostentación por un grande y rico señor, no encontró otra cosa mejor en su pobreza, que llevar un manojo de heno para alimentar y aliviar una de las bestias de carga que arrastraban los materiales. Cuando se terminó la iglesia, mientras el señor pretendía, no sin razón, ser él quien la había construido, un celestial prodigio reveló, con admiración de todos, que a los ojos de Dios, había sido aquella pobre mujer." (/Mc/112/41-44 ACCIONES-PEQUEÑAS)

"Con frecuencia mira más Dios estas acciones insignificantes de un alma débil, estas pequeñas nonadas, como coger una paja o un alfiler por su amor, que otras obras magnificas.", "No es la grandeza ni aun la santidad de la obra en sí misma, lo que vale a sus ojos, sino solamente el amor con que se hace, y nadie puede decir que no puede dar esas pequeñas cosas al buen Dios, porqué están al alcance de todos."

"Alistaos, pues. en la legión de las almas pequeñas consagradas al amor; ingresad en mi compañía, y, si, en la hora de vuestro juicio, todavía estáis tentada de temer, acordaos, entonces, de la historieta que voy a contaros: San José de Cupertino era de mediana inteligencia y estaba muy poco instruido; toda su ciencia quedaba reducida a saber leer bastante mal y a escribir todavía peor. Después de haber sido aprobado, como por milagro en el examen exigido para ser admitido al diaconado, se presentó, lleno de confianza en Dios, al examen que precede a la admisión al sacerdocio. El examinador era el Obispo de Castro, prelado severo y temido de los ordenandos. José se dirigió a Bogiardo en compañía de otros jóvenes estudiantes, sus hermanos del convento de Lecce, todos ellos muy seleccionados. Los primeros en ser preguntados respondieron tan bien, que el prelado creyó inútil preguntar a los demás; admitió indistintamente a todos los candidatos, incluso a nuestro santo, que llegó a ser sacerdote de Dios, en cierta manera, por el mismo Dios. Pues bien. también llegaréis a ser santa de Dios por el mismo Dios, que vive en vuestra alma de buen grado, porque, si necesario fuere, se acordará de que "yo he pasado el examen por vosotros" 54.

Esta historia fue contada por Santa Teresita a una de sus novicias, que se desolaba al sentirse siempre imperfecta; y bien se puede aplicar a todas las almas que se encuentran en parecidas circunstancias... ¡y son tantas! Es una invitación a su devoción y a que sigamos sus pasos por el camino de la infancia espiritual, que claramente nos enseña a imitar a los santos únicamente en aquellas cosas que no salen del curso ordinario y corriente de la vida.

 
Semillitas al Señor  
  "Así como el sol alumbra a los cedros y al mismo tiempo a cada florecilla en particular, como si sola ella existiese en la tierra, del mismo modo se ocupa nuestro Señor particularmente de cada alma, como si no hubiera otras. (Manuscrito A, 3 r°)
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Vos obráis como Dios, que nunca se cansa de escucharme cuando le cuento con toda sencillez mis penas y mis alegrías, como si él no las conociese... (Manuscrito C, 32)
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Puedes, por lo tanto, como nosotras, ocuparte de "la única cosa necesaria", es decir, que aun entregándote con entusiasmo a las obras exteriores, tengas por único fin complacer a Jesús, unirte más íntimamente a él. (Carta 228)
 
El Señor y los corazones...  
  ¡Ah, qué verdad es que sólo Dios conoce el fondo de los corazones!... ¡Qué cortos son los pensamientos de las criaturas!... (Manuscrito C, 19 v°)
 
El Señor Es ternura...  
  Al entregarse a Dios, el corazón no pierde su ternura natural; antes bien, esta ternura crece haciéndose más pura y más divina. (Manuscrito C, 9 r°)
 
El Señor esta siempre con nosotros...  
  cielo que le es infinitamente más querido que el primero: ¡el cielo de nuestra alma, hecha a su imagen, templo vivo de la adorable Trinidad!... (Manuscrito A, 48)
 
Santo Rosario  
   
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