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Normas prácticas

El alma que sintiéndose pequeña, quiera seguir por el camino de la infancia espiritual evangélica trazado por Santa Teresila, debe tener discreción en bien entender la doctrina de la santa y en la manera de ponerla en práctica, evitando así que, equivocada en el modo de buscarla, pierda la paz y sencillez que desea encontrar. Resumiremos en breves normas practicas las enseñanzas evangélicas vividas por esta santa.

1ª. Pequeños.

PEQUEÑO-HACERSE: Lo primero que reclama de nosotros la santidad es el reconocimiento de nuestra pequeñez, de nuestra miseria, de nuestra culpabilidad, de nuestra impotencia, de nuestra nada, esto es, la humildad. Nunca jamás se ha levantado sobre otro fundamento la santidad verdadera. Nos hemos de reconocer pequeños espiritualmente, es decir, incapaces de alcanzar nada por nuestras solas fuerzas; sentirnos pequeños y tenernos por pequeños prácticamente, no buscando nunca nuestro honor, nuestro gusto, nuestro interés, en una palabra, nuestro amor propio; pasando desapercibidos como niños, sin reclamar derechos y atenciones de los demás, a quienes hemos de tener por mayores que nosotros; no molestarnos porque no nos atienden, ni nos aman, ni tan siquiera nos ven cuando, tal vez, pasan por nuestro lado sin hacer caso alguno de nosotros.

Si considerarnos bien nuestro interior, y reflexionamos cuanta verdad es que somos incapaces de sostenernos en el camino del bien, quebrando los propósitos a cada paso; cuan impotentes para luchar contra las pasiones y tentaciones que nos derriban con tanta frecuencia; cuan culpables en nuestros pecados; cuan incapaces de amar y corresponder al amor de Dios, a pesar de quererlo con toda el alma; cuan fríos nos sentimos con Él, y cuan desagradecidos e ingratos e injustos nos encontramos; si bien reflexionamos toda esta miseria y flaqueza nuestra, no nos ha de costar mucho reconocernos pequeños, sentir sinceramente que lo somos, tenernos por tales, portarnos como tales y no aspirar a ser tratados, tenidos y considerados de otra manera de la que realmente merecemos.

2ª. Confiados hasta la audacia.

La confianza plena y absoluta que Santa Teresita reclama de las almas pequeñas. para andar por el caminito de la infancia espiritual, no se refiere a los bienes materiales, como suele figurarse la gente mundana de religión poco ilustrada; se trata de bienes infinitamente más elevados, de las aspiraciones a la vida eterna y feliz en el amor de Dios; es decir, el reino de Dios en nosotros por la santificación. Lo demás, como dice el Evangelio, se nos dará por añadidura. Así se expresa claramente la Santa: "Comprendo tan claro que sólo el amor es capaz de hacernos agradables al buen Dios, que es el único tesoro que ambiciono"' 55. "No son riquezas ni gloria­ ni siquiera la gloria del cielo­ lo que anhela mi corazón... Lo que yo pido es amor" 56.

Tratándose por una parte de almas tan pequeñas que se reconocen pura nada. del todo ineptas para practicar las grandes virtudes de los Santos, y de otra, aspiraciones sublimes y pretensiones tan altas como la de amar a Dios con el mayor y más puro amor, se comprende que la Santa diga que nuestra confianza debe llegar hasta la audacia. Ella confió llegar al más encendido amor divino, a pesar de sentirse tan pequeña e incapaz, y expresa esta audacia en forma poética, con estas palabras:

"¿Cómo puede aspirar a la plenitud del amor un alma tan imperfecta como la mía? ¿Qué misterio es éste? ¡ Oh único Amigo mío! ¿Por qué no reserváis estas inmensas aspiraciones para las almas grandes, para las águilas que se ciernen en las alturas? ¡Ay!, soy un pobre pajarillo cubierto sólo de un ligero plumón: no soy un águila, únicamente poseo de ella los ojos y el corazón... ¡Si; a pesar de mi extrema pequeñez, me atrevo a mirar fijamente el Sol divino del amor, y ardo en deseos de lanzarme hasta él! Quisiera volar, quisiera imitar a las águilas, pero sólo sé levantar mis alitas; no está al alcance de mi pequeño poder echarme a volar. ¿Qué va a ser, pues, de mi? ¿Moriré de dolor al verme tan impotente? ¡ Oh!, no, ni siquiera me afligiré. Con audaz confianza allí me quedaré contemplando fijamente mi divino Sol, hasta la muerte. Nada podrá arredrarme, ni el viento ni la lluvia. Y si espesos nubarrones ocultan el Astro del Amor, si me parece que no creo en la existencia de otra cosa que la noche de esta vida, éste será el momento de la dicha perfecta, el momento de extremar mi confianza hasta el último límite, guardándome de desertar de mi sitio sabiendo que tras esos tristes nubarrones sigue brillando mi dulce Sol" 57.

Lo mismo que propone para ella el perseverar hasta la muerte, con audaz confianza, aspirando a la plenitud del amor, lo aconseja a los otros en forma no tan poética, pero más concisa y didáctica, al decir:

"Ofrezca a Dios el sacrificio de no recoger nunca frutos, es decir, de sentir durante toda su vida repugnancia en sufrir, en ser humillada, en ver todas las flores de sus buenos deseos y buena voluntad caer en tierra, sin producir nada. En el momento de la muerte en un abrir y cerrar de ojos, Dios sabrá hacer madurar hermosos frutos en el árbol de su alma" 58.

Ella decía a sus novicias: Jamás se tiene demasiada confianza en Dios tan potente y misericordioso. ¡Se obtiene de Él todo cuanto de ,ÉI se espera! 59. En la doctrina espiritual del Venerable Ludovico Blosio se halla esta comparación: "Suponed dos personas que ruegan al mismo tiempo; una pide una cosa casi imposible, pero con la certeza de que Dios la escuchará; la otra no solicita más que un favor de poca importancia, pero sin esta plena confianza en el Señor: la primera obtendrá mucho mas pronto, por el mérito de su fe, que el otro que vacila" 60.

3ª. Entero abandono en brazos del Padre celestial.

La confianza audaz de alcanzar la más intima unión con Dios, se extiende, como bálsamo de suavísimo perfume, a todos los actos internos y externos del alma pequeña en su caminito de infancia espiritual. Ella sabe que tiene un Padre en los Cielos, que la ama entrañablemente, no sólo a pesar de su pequeñez sino por esta su pequeñez precisamente, y por esto la lleva en sus brazos paternales, porque sabe su Padre que no puede valerse de sus fuerzas, que es incapaz de andar, y de subir, por más que levante el pie y lo intente. Con esta infalible convicción, ella, el alma pequeña, se deja llevar tranquilamente como un niño dormido en brazos de su Padre. ¡Oh, que dulce vivir es el abandonarse completamente al Amor y a la Providencia paternal de Dios! El pequeñuelo no teme nada de nadie, ni tan siquiera se preocupa de temer, porque no sabe ni conoce peligros. No espera ni pide nada, si no es de su Padre, y en su Padre espera y confía para todas las cosas, y en su Padre descansa y se alegra. "La única cosa que incumbe al niño es abandonarse, dejar que flote al viento su vela..." 61. "Quedarse niño es no inquietarse por nada." 62

Este abandono y confianza filial del alma en el Padre celestial no suprime ciertamente el esfuerzo y el dolor, pero asegura en todo caso la paz. Sufrir en paz no es siempre sufrir con consuelo. "Quien dice paz no dice alegría o por lo menos alegría sensible; para sufrir en paz basta querer firmemente todo lo que quiere Nuestro Señor" 63.

El total abandono en Dios significa, en realidad, confiarse enteramente al Corazón paternal de Dios; y eso, no solamente por lo que afecta al alma y a la vida espiritual, sino también por lo que atañe al cuerpo y a la vida terrenal. Es fiarse de El completamente sin angustiarse por temores sobre el porvenir o sobre el pasado. "Sólo me guía la absoluta confianza en Dios; no tengo otra brújula. No sé ya pedir nada con ardor, excepto el perfecto cumplimiento de la voluntad de Dios en mi alma." 64. Así, pues, abandonarse a Dios, es aceptar de buen grado y con el mismo amor, lo dulce y lo amargo, lo próspero y lo adverso, sin temerlo ni esquivarlo, pues el alma abandonada a Dios sabe que "la única felicidad aquí bajo, es aplicarse a encontrar siempre deliciosa la parte que Jesús nos da." 65.

4ª. Esfuerzo personal; levantar continuamente el piececito.

Aun cuando los cristianos ignorantes y mundanos quieran creer que el ascensor divino propuesto por Santa Teresita, consiste en dejarse llevar dulcemente sin ningún esfuerzo, en realidad, la doctrina y el ejemplo de la Santa son de un esfuerzo constante y de un sacrificio absoluto. Recordamos sino, como dice a la novicia que levante continuamente el piececito, para subir la escalera de la santidad por la práctica de todas las virtudes. La renuncia de sí mismo es elemental en la ciencia de la santidad; y sólo los más ignorantes son capaces de creer que pueden pasarse sin ella. Y esta renuncia requiere esfuerzo personal constante, sin intermisión, durante toda la vida.

El caminito que nos propone nuestra Santa no es para ahorrarnos el sacrificio y el esfuerzo, sino al contrario, para hacérnoslo amable, y enseñarnos una forma más asequible para practicarlo con constancia. Y creer lo contrario es falsear la doctrina de la Santa y el concepto de la santidad cristiana. "Es necesario -dice ella­ hacer todo lo que está en nuestra mano, dar sin contar, renunciarse a sí mismo constantemente, en una palabra, dar prueba de nuestro amor, por medio de todas las buenas obras que estén a nuestro alcance." 66. "Muchas almas se excusan con estas palabras: Yo no tengo fuerzas para hacer tal sacrificio. Pero ¡que hagan esfuerzos para hacerlo! Esto, algunas veces, es difícil; no obstante, el buen Dios no niega jamás la primera gracia que en cada ocasión da la fortaleza para vencerse; si el alma corresponde a ella, se encuentra inmediatamente en la luz, entonces el corazón se fortifica y se encamina de victoria en victoria" 67. "¡Que importa que no sienta valor -decía a una novicia­ con tal que obre como si le tuviera! ¿Dónde estaría su mérito si sólo debiera combatir cuando se siente animosa? Si estando sin ánimo para recoger una hilacha, lo hace por amor de Jesús, consigue mucho más mérito que realizando un acto mucho más importante en momentos de fervor 68. La Santa misma "tuvo que luchar para renunciarse a sí misma constantemente y necesitó valor para defender en ella la causa de Dios contra las acometidas de las inclinaciones contrarias." 69.

Dios no nos pide sino buena voluntad; ésta, la hemos de demostrar con el fervor de nuestro deseo y con la sinceridad de nuestro esfuerzo. "Y tanto más o menos gozaremos esa perfección en la eternidad, cuanto con mayor o menor deseo, aquí la hubiéramos procurado. Pues por los deseos santos, nos dará Dios premio eterno, aunque en esa peregrinación no alcancemos lo que deseamos.'' 70.

5ª. Todo por amor.

Esta es la divisa fundamental de la Santa. Por la práctica de las virtudes y de la perfección podemos llegar a un grande amor de Dios; pero también por el amor de Dios podemos llegar a la práctica de las virtudes y de la perfección. Y este camino es el preferido por la Santa, extremándolo deliciosamente. Ella no pretende más que complacer a Jesús, agradarle, darle gusto, en una palabra amarle hasta lo imposible, y sólo con esto, practicará todas las virtudes, salvará innumerables almas, ejercerá todas las vocaciones y apostolados de la Iglesia. Ella ora, enseña, trabaja, sufre, en una palabra, vive sólo por el amor; no detalla sus intenciones como otros Santos, que sufrían para aplacar la justicia divina, o para expiar por los pecados, o para vencer las pasiones, o por otros fines santos y necesarios. Ella misma dice que "no hubiera querido recoger una aguja para evitar el Purgatorio" 71. "Los grandes Santos han trabajado por la gloria de Dios ­decia ella­ pero yo, que no soy más que una alma pequeñita, trabajo únicamente para darle contento. Yo quiero ser en la mano del buen Dios, una florecilla, una rosa inútil pero cuya vista y perfume, sin embargo, sean para Él como un alivio y un pequeño goce de más 72. "Yo quiero trabajar sólo por vuestro amor, con el único fin de agradaros, de consolar vuestro Sagrado Corazón y salvar almas que os amen eternamente." 73. "Jesús me enseña a hacerlo todo por Amor." 74. Y próxima a morir, ella confiesa que "nunca ha dado al buen Dios más que amor." 75. Sin el amor, todas las obras, incluso las más extraordinarias no son más que nada."

"Mientras nuestras acciones, aun las más pequeñas, no se salen del foco del Amor, la Santísima Trinidad les da un tinte y belleza admirables, y Jesús encuentra siempre hermosas nuestras obras." 76. "Si quieres ser santa -dice a una de sus hermanas­, te será cosa fácil: no te propongas sino un fin: complacer a Jesús, unirte siempre más íntimamente con Él..." 77. "El alma más fervorosa es la más humilde, la más unida a Jesús, la más fiel a hacer todos sus actos por amor." 78.

6ª. Las flores del sacrificio y del amor.

Amar a Jesús y complacerle, consolarle y salvarle almas, he aquí el ideal de las almas cristianas. "Pero ¿cómo demostraré mi amor, ya que el amor se prueba con obras? Pues bien; la niñita echará flores... No tengo otro medio para demostraros mi amor que echar flores; es decir, no escatimar el menor sacrificio, no dejar perder ninguna palabra, ninguna mirada, aprovechar las menores acciones y ejecutarlas todas por amor. Quiero sufrir y hasta gozar por amor; así echaré flores; cuantas encuentre, sin exceptuar una sola, las deshojaré en vuestro obsequio... Además cantaré, cantaré constantemente, aunque tenga que sacar mis rosas de entre las espinas; cuanto más largas y punzantes sean éstas, más melodioso será mi canto" 79. Esta es la parte más típica y sugestiva de la doctrina espiritual de Santa Teresita: el camino de la santidad más heroica, por las cosas pequeñas hechas con grande amor. Esto anima extraordinariamente a las almas pequeñas que, sintiéndose incapaces de grandes austeridades, ven posible y hacedera la subida a la perfección y santidad.

Imitando a la Santa ejercitaremos los actos de virtud:

a) En cosas pequeñas y sencillas, pues ella misma aconseja practicar las pequeñas virtudes, ya que "si pretendemos hacer cosas grandes aunque sea con el pretexto del celo, Dios nos deja solas" 80. Y dice que sus mortificaciones consistían unidamente en quebrantar su voluntad, en retener una palabra de réplica, prestar pequeños servicios sin encarecerlos, y otras mil cosillas por el estilo. Mortificar mi amor propio (únicas mortificaciones que se me permitían) me hacía más bien que las penitencias corporales, decía la Santa 81.

b) Cosas no buscadas, corrientes, las que se presentan a cada momento en el curso ordinario del día, y en las contingencias de la vida de familia o de comunidad; son como traídas por la Providencia divina y cogidas como naturalmente, al azar; por ser cosas pequeñas y no buscadas por nuestro parecer y voluntad, no están expuestas a la vanidad, al amor propio y a la vana complacencia.

"En mi caminito, -dijo la Santa-, no hay sino cosas muy ordinarias: es preciso que todo lo que yo haga, puedan hacerlo igualmente las almas pequeñas" 82.

c) Aceptadas generosamente siempre, todas, y con amor. Aquí está la base del heroísmo de Santa Teresita. Todo el mundo es capaz de hacer alguna vez pequeños actos de virtud. Pero practicar todos, sin exceptuar uno solo, como dice ella, los que se presenten en la vida ordinaria, y mantenerse con este espíritu de abnegación constante, y perseverando en ello hasta la muerte, es realmente heroico y de una consumada santidad. Si no llegamos a tanta perfección, con buena voluntad, llegaremos por lo menos a ser fieles en la mayoría de los casos. Esto implica prácticamente la renuncia de su propia voluntad, es decir, negarse a sí mismo constantemente, y "esta mortificación -dice el Venerable Blosio­ verdaderamente es difícil y penosa al principio, pero cuando se ha perseverado con valor en ella durante algún tiempo, la gracia de Dios la torna facilísima y dulcísima; efectivamente, el arte de mortificarse es como todos los otros: si se practica a menudo y con esmero, se hace como natural al hombre, por su continuidad'' 83.

d) Actos ocultos, es decir, solo de Dios conocidos, sin querer ni pretender por ellos ninguna retribución humana, ni de agradecimiento, de admiración o alabanza, por lo cual debe permanecer ignorado de todos. Dice la Santa que "se aplicaba sobre todo a los pequeños actos de virtud bien ocultos". Nadie en su vida pudo conocer sus preferencias ni sus repugnancias, ni lo que sufrió en el comer, o en el dormir, ni sus penas y luchas interiores. Este es el perfume más exquisito de la flor que vive sólo para Dios. Cuando dejamos saber nuestros actos de virtud, pierden todo su aroma espiritual; y entonces cambiamos el premio de gloria que Dios nos quería dar, por el de la alabanza humana que nos procuramos al manifestarlos. "Más agrada a Dios una obra ­dice San Juan de la Cruz- por pequeña que sea hecha en escondido, no teniendo voluntad de que se sepa, que mil hechas con gana de que lo sepan los hombres" 84. Y Santa Teresita declara: "Si por un imposible, el mismo Dios no viese mis acciones, no me apenaría por ello. Le amo tanto que quisiera poder darle contento sin que supiera que le viene de mi" 85. Y en una carta a Madre Inés dice: "A todos los éxtasis, prefiero la monotonía del sacrificio oscuro".

7ª. No negar nada a Dios.

Es otro carácter sublime de la vida y doctrina de nuestra Santa. "Desde la edad de tres años, dice ella, nada he negado a Dios. Con todo, no puedo gloriarme de ello. Yo no soy una santa; jamás he realizado las acciones de los santos; soy un alma pequeñita a la que Dios ha colmado de gracias" 86. Para llegar a este grado de amor y fidelidad de no negar a Dios ningún trabajo o sacrificio que nos pida, se requiere prácticamente negarnos a nosotros mismos con un completo desasimiento de las criaturas hasta llegar al olvido de sí mismo y así encontrarnos dispuestos en todo momento a aceptar y ofrecer a Dios cualquier sacrificio que le pluguiere, por grande que fuese. No suele pedirnos Dios grandes cosas, pero reclama de nosotros esta disposición de espíritu, pronto a sacrificarlo todo, incluso la vida, si fuera necesario. Lo que hemos dicho en la norma anterior, sobre ofrecer las flores de los pequeños sacrificios de cada momento sin exceptuar ninguno, ya es evidentemente esta renuncia y olvido de sí mismo, practicado a pequeñas dosis, que no le quitan mérito si son cumplidas con amor. El no negar nada absolutamente a Dios de lo que nos pida, nos da la máxima seguridad de tener nuestra voluntad enteramente unida a Él, que es la verdadera santidad. Y esto es una demostración palmaria de nuestro amor a Dios y, por lo tanto, el mayor de los consuelos. "Una de las señales ciertas de amor a Dios, es la prontitud con que se acepta y el gozo que se experimenta en ofrecer a Dios un sacrificio que nos pide y que es costoso a la naturaleza" 87.

8ª. Celo sacerdotal de las almas.

Es maravilloso el intenso deseo de Santa Teresita de ser sacerdote, si hubiera sido posible, para llevar las almas a Dios, y dar Jesús a las almas. Todo ello era movido por su exclusivo amor a Dios: pues el conquistarle y salvarle almas, era para darle consuelo, satisfacción y el más grande placer. Y ya que ella no podía ser sacerdote rogaba a Dios por ellos, sabiendo que son los encargados por Dios de guiar y salvar las almas, con tanto ahinco que constituía el fin primordial de su profesión religiosa: He venido, dijo, para salvar las almas, y sobre todo para rogar por los sacerdotes" 88. Por la oración y el sacrificio, ella ha sido el apóstol de los apóstoles; ella ha merecido ser nombrada Patrona celestial de las misiones y de los misioneros. Roguemos por los sacerdotes, decía a su hermana Celina, que nuestra vida esté consagrada a ellos 89. No pudiendo ser misionera de acción, quise serlo por el amor y la penitencia, escribía ella a uno de sus Misioneros 90. Al desposarse la joven Carmelita con el Rey de los Cielos, según ella escribe, su único objeto era salvar almas, sobre todo almas de apóstoles 91. También pueden imitarla fácilmente las almas pequeñas, en este apostolado, por sus pequeños sacrificios ocultos y pequeños actos de virtud. No descuidemos ningún sacrificio, dice la Santa. Recoger un alfiler por amor, puede convertir un alma. Sólo Jesús puede dar tal precio a nuestras acciones; amémosle, pues, con todas nuestras fuerzas" 92.

Imitemos, pues, a la Santa que con el amor pudo cumplir tantas vocaciones y apostolados como su corazón deseaba. Con nuestro amor sincero, nuestra oración sencilla y nuestros pequeños y humildes sacrificios, podremos también salvar muchas almas y conquistarlas al Amor de Jesús.

9ª. La sencillez y la paz del alma.

Es el sello distintivo de las almas que siguen el caminito de la infancia espiritual; son sencillas y humildes de corazón, bondadosas, pacíficas, tranquilas, fáciles de contentar. Es el mismo espíritu de Jesucristo, como encarnado de nuevo en ellas. "Santa Teresa del Niño Jesús ha tenido el insigne privilegio de presentar la santidad bajo su aspecto verdaderamente evangélico despojándola de todas las complicaciones con que el espíritu humano la había envuelto a través de los siglos. Y en este sentido decía recientemente un docto teólogo: Santa Teresa del Niño Jesús ha desembarazado el camino del Cielo. Y un eminente príncipe de la Iglesia: Lo que gusta en esta Santita, es su encantadora sencillez. En nuestras relaciones con el buen Dios, ella ha suprimido las matemáticas." 93.

Por miserables que seamos, por torpe que sea nuestro entendimiento, por escasa que sea nuestra energía, mientras tengamos buena voluntad sincera, podemos contentar a Jesús y hacernos Santos. Oigamos las palabras de la Santa: "¡Qué fácil es agradar a Jesús y arrebatar su Corazón! No hay más que amarlo, sin mirarse a sí mismo, sin examinar demasiado sus defectos..." "Cuando ocurre que caigo en alguna falta, me levanto inmediatamente." "Una mirada a Jesús y el conocimiento de la propia miseria, lo repara todo" 94. "Una sola cosa hay que hacer aquí en la tierra: echar las flores de los pequeños sacrificios a Jesús, y ganarlo con caricias..." "Cuando se acepta dulcemente la humillación de haber sido imperfecta, la gracia del buen Dios, vuelve inmediatamente..." 95.

El camino propuesto por Santa Teresita, no requiere nada extraordinario ni complicado. Todo lo que ella hace y propone es lo que pueden hacer todas las almas pequeñitas: todo es ordinario, usual, corriente. Por eso dice cuanto le gusta y cuanto bien le hace el considerar la vida de la Sagrada Familia en Nazaret, completamente ordinaria sin distinguirse en nada de los demás.

Firmemente arraigada en el amor, la paz del corazón no abandona nunca a la Santa, ni en las contrariedades, ni en los sufrimientos físicos, ni en las luchas y oscuridades de espíritu. Cuando le preguntaron cómo se lo arreglaba para estar siempre igualmente gozosa y serena, respondió: "Desde que nunca me busco a mí misma, llevo la vida más feliz que pueda imaginarse" 96. Durante su última enfermedad, le preguntaron cómo lo hizo para llegar a esta inalterable paz tan suya. Y contestó: "Me olvidé de mí, y procuré no buscarme en nada" 97. Cuando, pocas semanas antes de morir, le expresó su hermana, M. Inés, la pena que sentía al verla sufrir tanto, exclamó: "Sí, pero ¡que paz también! ¡que paz!".

Otra cualidad suele enriquecer a las almas sencillas, pacíficas, humildes, pequeñas: Dios se inclina bondadosamente con preferencia a ellas y les da a conocer el reino de Dios con más claridad que a los otros. Lo que dice el Evangelio, que se complace en revelarlo a los párvulos y lo esconde a los sabios y prudentes 98. Los pequeñuelos, en su pacífica sencillez, saben amar a Dios mejor que los sabios y grandes según el mundo. "Santa Teresita ­dice el Papa Benedicto XV­ no hizo intensos estudios; no obstante adquirió ciencia tan alta, que acertó a conocer para sí, y aun supo mostrar a los demás, el camino recto y seguro para la salvación." "¿De dónde procedía aquel vasto arsenal de doctrinas? Sin duda de los arcanos que se complace Dios en revelar a los pequeñuelos" 99. "Santa Teresita recibió la misión de enseñar a amar a Jesucristo." No solamente a sus novicias sino al mundo entero ha sabido adoctrinar en el amor. Pidamos al Señor que la sepamos imitar en sus virtudes y nos dé, como a ella, esa intuición de la verdadera santidad, que es una segura discreción de espíritus.

10ª. Víctima del Amor misericordioso.

Era aspiración constante de la Santa el morir mártir de sangre o morir de amor en duro lecho. "No tengo más que un solo deseo: Amar hasta morir de amor". Para alcanzarlo, ella hizo el acto de ofrecimiento como victima de holocausto al Amor misericordioso, suplicándole que dejara desbordar los raudales de su infinita ternura en ella, que la consumiera continuamente y así la hiciera morir mártir de Amor. En este acto, entendido en la forma expuesta por Santa Teresita, no es propiamente nuestro amor a Dios, el que nos consume, sino el amor de Dios a nosotros que con su ternura y misericordia infinita nos va trasformando y consumiendo. Por eso no se necesita ser un alma perfecta para hacer esta ofrenda a Dios, sino que por el contrario "cuanto más débil y miserable sea uno, tanto mas apto es para las operaciones de este Amor que consume y transforma" 100. "Pues para que el Amor quede plenamente satisfecho, tiene que abajarse hasta la nada y transformar en fuego esa misma nada" 101. Y de ella misma decía: "Es mi debilidad misma la que me da la audacia de ofrecerme Victima a vuestro Amor ¡ oh Jesús !" 102.

Esta ofrenda como victima de holocausto al Amor misericordioso es el punto culminante de la doctrina de Santa Teresita sobre la infancia espiritual; y es también para las almas pequeñas que no serían capaces de hacer cosas extraordinarias, una manera fácil y sencilla de consumar su santificación, por medio de los pequeños actos de amor y sacrificio que les enseña. La Santa deseó y pidió siempre conocer bien su nada, y fue escuchada, y proclamó muy alto que "la mayor gracia que el Señor me ha hecho es la de haberme mostrado mi pequeñez, mi incapacidad para todo bien" 103.

Lo esencial para hacer debidamente este acto de ofrenda, es entregarse al amor divino enteramente para que nos consuma en sus llamas, purificándonos constantemente de nuestras faltas y miserias, y preparándonos para presentarnos, al morir, completamente purificados ante la Divina Majestad. Y el fruto recogido de esta ofrenda nuestra, será mayor o menor, según será más o menos completa nuestra entrega al amor. Así como el fuego solo consume lo que se le entrega, así también, como dice Santa Teresita: "En tanto uno es consumido por el Amor, en cuanto se entrega al Amor" 104. Y entregarnos al amor quiere decir hacerlo todo por amor, no preocuparnos mas que del amor, vivir de amor, procurando constantemente y en todo satisfacer al amor de Jesús, darle contento, consolarle, satisfacerle, adorarle, rogarle, cumplir su querer, a cada momento y en cada ocupación del día, y en todas las circunstancias de la vida, ofreciéndole las mil y una pequeñeces de la vida ordinaria, con toda sencillez de corazón, con filial confianza, tal como seamos, santos o miserables, perfectos o defectuosos; pensando que cuanto mas miserables y pecadores hemos sido, tanto más aptos somos para las operaciones del Amor misericordioso, que se abaja hasta lo más bajo y humilde, para más gloriarse y satisfacerse. "Creedme ­nos dice la Santa­ para amar así a Jesús, para ser su víctima de amor, cuanto más débil y miserable es uno, más apto es para las operaciones de este Amor que consume y trasforma... el solo deseo de ser víctima basta; pero es preciso consentir en quedar siempre pobre y sin fuerza, y he aquí lo difícil, porque "el verdadero pobre de espíritu ¿dónde hallarlo? Es preciso buscarlo muy lejos" dice el autor de la Imitación... Muy lejos, es decir, muy bajo, muy bajo en su propia estima, muy bajo por su humildad; muy bajo, es decir alguien muy pequeño. Ah, quedaos, pues, muy lejos de todo lo que brilla, gozaos en vuestra pequeñez, complaceos en no sentir nada; entonces seréis pobre de espíritu y Jesús vendrá a buscaros, por lejos que estéis; y os transformará en llama de amor... La confianza, y sólo la confianza es lo que nos debe conducir al Amor. Dios está más contento de lo que obra en vuestra alma, a pesar de vuestra pequeñez y de vuestra pobreza, que de haber creado los millones de soles y ex tensión de los cielos..." 105.

 

* * * * *

Tengamos presentes las palabras evangélicas de que en el Cielo, en la casa del Padre celestial, hay muchas moradas, entre las cuales hemos de pensar que se encuentra la nuestra, la de los pequeños, como nos repite Santa Teresita. Así, pues, no nos desanimemos nunca, aunque nos veamos incapaces de alcanzar aquella perfección heroica de nuestra Santa Protectora y Modelo; alcanzaremos ciertamente la que Dios nos destine, y esa será la mejor para nosotros. El camino de la infancia espiritual está abierto a toda alma de buena voluntad, sea la que fuere y como fuere, y tanto más fácil y ancho es este camino cuanto esta alma es más pequeña a sus propios ojos. Es lo que nos repite la Santa; y también lo que nos enseña la Iglesia por boca de sus Supremos Jerarcas, quienes nos dicen: "La infancia espiritual es un camino que sin permitir a todos, ciertamente, llegar a las alturas a las que Dios condujo a Santa Teresa, ES NO SOLAMENTE POSIBLE, SINO TAMBIÉN FÁCIL PARA TODOS" 106.

EUDALDO SERRA BUIXÓ
EL CAMINO DE LA INFANCIA ESPIRITUAL
Editorial BALMES BARCELONA 1946.Págs. 5-69

....................

1. Discurso pronunciad o después de la lectura del Decreto sobre la heroicidad de las virtudes de Sor Teresa del Niño Jesús.

2. San Mateo, XVIII.

3. Ibid.

4. Prov., IX, 4.

5. Isaías LXVI, 12, 13.

6.Palabras de Pío XI a los peregrinos de Bayeux, 18 de mayo de 1925.

7. Histoire d'une âme, c. IX, pág. 153

8. Prov., IX, 4.

9. Is., LXVI, 13.

10. Salmo LXX, 17.

11. Consejos y Recuerdos, págs. 265-6.

12. L'Esprit de Sainte Thérèse de l'Enfant-Jésus, pág. 194.

13. Discurso citado.

14. L'Esprit, pág. 196, 197.

15. Cap. VIII, 2.

16. L'Esprit, pág. 191.

17. L'Esprit, pág. 189.

18. Salmo CII, 14.

19. Salmo LXXV, 9.

20. Histoire d'une âme, cap. XII, ág. 251..

21. A l'École de Sainte Thérese de l'Enfant Jesús, pág. 21.

22. Glosa sobre lo divino.

23. P. Groa, S. J., Manuel des âmes interieures, pág. 103 y sig.

24. Cap. IX, pág. 172.

25. 6 de Julio de 1893.­L'Esprit, pág. 179.

26. Novissima Verba, 2 de septiembre.

27. Vade mecum des ames religieuses, pág. 34.

28. Beaudenom, Meditations, III, pág.

29. C. 18 de julio de 1893.­L'Esprit, pág. 140

30. Libro III, cao. XVIII, § 14.

31. Libro III, c. LXXVII

32. Novíssima Verba­5 de julio.

33. A l'École, pág 29.

34. Vid. École, pág. 20, 21.

35. Novíssima Verba, 3 de julio.

36. Esprit, 93­Histoire, c. XI, p. 220.

37. École, pág. 27.

38. 13 de julio de 1897.

39. Zach., XIII, 26.

40. Luc., XV, 22.

41. Carta cit.

42. Conseils et souvenirs, pág. 274

43. Historia, cap. IX, p. 156.

44. Esprit, pág. 193.

45. Ibid.

46. Ecole, pág. 5.

47. Esprit, págs. 174.

48. Ibid., pág. 177.

49. Ibid., pág. 176.

50. Ibid.

51. Esprit, pág. 174.

52. Vid. A l'École, págs. 66 a 68.

53. Ibid. págs. 69-73.

54. École, pág. 72-73.

55. Hist., XI, 210.

56. Ibid., 220.

57. Hist., XI, 221, 222.

58. Const. y Rec., 270

59. Hist. XII, 248.

60. Ven. Blosio, Espejo del alma, cap. VI.

61. Carta a Celina, 23 julio 1893.

62. Cons. y Rec., 264.

63. Carta a Celina, 12 de marzo de 1889.

64. Hist., VIII, 148.

65. Carta a Celina, 6 jul. 1893.

66. L'Esprit, art. III, pop. 17-18.

67. L'Esprit, p. 17.

68. Cons. y Rec., 281.

69. L'Esprit, p. 18.

70. Ven. Blosio, Institucion espiritual, XII.

71. L,Esprit, p. 9.

72. L'Esprit, p. 9.

73. Acto de ofrecimiento.

74. L'Esprit, p. 4.

75. Ibid

76. Cons. y Rec., p. 292.

77. Carta a Leonia, 17 julio, 1897

78. Carta a Leonia, enero de 1895.

79. Hist., cap. XI, pág. 220.

80. Cons. y Rec., p. 274.

81. Hist., VII.

82. Hist., cap. XII, 249.

83. Institución espiritual, cap. II; par. 5.

84. Tratado a la M. M. Francisca de la Madre de Dios, monja de Beas.

85. Cons. y Rec., p. 298.

86. Cons. y Rec. p. 268.

87. P. De Smedt, S. J. Notre vie surnaturelle.

88. Historia, VII, p. 120.

89. Correspondencia 1889-1892, muchas de cuyos pasajes están todavía inéditos.

90. 8 de septiembre de 1890.

91. Ibid.

92. A. Leonia, enero de 1895.

93. Mgr. Laveille, Sainte Thérese de l'Enfant Jesús, pág. 326.

94. L'Esprit, pág. 179.

95. Nov. Verba, 2 sept.

96. Cons. y Rec., 277.

97. Nov. Verba, 3 agosto.

98. S. Mateo, XI, 25.

99. Disc. 14 agosto 1921.

100. A l'École, p. 65.

101. Historia, IX, p. 219.

102. Ibid., p. 218.

103. Ibid.

104. Vid. Pequeño Catecismo del acto de ofrenda.

105. A l'École, pág. 65, 66.

106. S. S. Pio XI en el discurso para la aprobacion de los milagros, 11 de febrero de 1923.

Semillitas al Señor  
  "Así como el sol alumbra a los cedros y al mismo tiempo a cada florecilla en particular, como si sola ella existiese en la tierra, del mismo modo se ocupa nuestro Señor particularmente de cada alma, como si no hubiera otras. (Manuscrito A, 3 r°)
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Vos obráis como Dios, que nunca se cansa de escucharme cuando le cuento con toda sencillez mis penas y mis alegrías, como si él no las conociese... (Manuscrito C, 32)
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Puedes, por lo tanto, como nosotras, ocuparte de "la única cosa necesaria", es decir, que aun entregándote con entusiasmo a las obras exteriores, tengas por único fin complacer a Jesús, unirte más íntimamente a él. (Carta 228)
 
El Señor y los corazones...  
  ¡Ah, qué verdad es que sólo Dios conoce el fondo de los corazones!... ¡Qué cortos son los pensamientos de las criaturas!... (Manuscrito C, 19 v°)
 
El Señor Es ternura...  
  Al entregarse a Dios, el corazón no pierde su ternura natural; antes bien, esta ternura crece haciéndose más pura y más divina. (Manuscrito C, 9 r°)
 
El Señor esta siempre con nosotros...  
  cielo que le es infinitamente más querido que el primero: ¡el cielo de nuestra alma, hecha a su imagen, templo vivo de la adorable Trinidad!... (Manuscrito A, 48)
 
Santo Rosario  
   
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