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María, Madre de Dios y Madre nuestra 1
MARÍA, MADRE DE DIOS Y MADRE NUESTRA
 
1.Maternidad divina de María.
2. Concepción Inmaculada - Plenitud de santidad.
3. Virginidad perpetua.
4. Participación de María en la obra salvifica de Cristo.
5. Cooperación de María a la Redención in facto esse (redención subjetiva)
5. Asunción al cielo.
6. Santa María, Mediadora y Corredentora.
7. Madre de la Iglesia.
 
A) DESARROLLO
1. Maternidad Divina de María.
Introducción
1) La maternidad divina ha de entenderse como la misión que Dios confió a Santa María de ser Madre de Dios. (Theotokos). Y es tal porque engendró según la carne al Verbo de Dios hecho carne. Es Madre de Dios no porque la naturaleza del Verbo o su divinidad haya tomado de la Santa Virgen el principio de su existencia; sino porque nacido de ella el santo cuerpo animado del alma racional a la que el Verbo se unió según la hipóstasis, se dice que el Verbo ha sido engendrado según la carne.
2) El Hijo de Dios engendrado eternamente del Padre según la divinidad, es el mismo que al final de los días fue engendrado de la Virgen María según la humanidad. Hubo una unión de dos naturalezas. En virtud de esta noción de “unión” sin mezcla confesamos que la Virgen María es Madre de Dios.
3) En razón de esta maternidad es como María aparece junto a Jesús en las Sagradas Escrituras. Su maternidad constituye su razón de ser, la más profunda razón de su existencia y del lugar que ocupa en el plan divino de salvación; es el misterio central de la vida de Nuestra Señora en el que se fundamenta los demás misterios concernientes a ella.
Fundamentación Escriturística
En la Sagrada Escritura no se afirma explícitamente que María es la Madre de Dios; sí se la llama la Madre de Jesús o la Madre del Señor. Sin embargo en esos mismos escritos se dice que Jesús es el Hijo de Dios. En la Sagrada Escritura esta enseñanza está directamente referida a la verdad cristológica.
Lc. 1, 35: “auténtica maternidad divina, tiene su origen en una intervención extraordinaria de Dios”.
Gal. 4, 4-6: “sostiene de manera implícita, pero clara la maternidad divina”.
Luc. 1, 43:  “visitación” la Madre de mi Señor (Kyrios) es sinónimo de Dios.
Concilios
Nicea (325) Nestorio: patriarca de Constantinopla (428-451), recibe su formación teológica en la Escuela de Antioquía de Siria, que se distingue por su defensa de la fe contra el apolinarismo. Pero consideraban la unión de lo humano y lo divino en Cristo de una manera extrínseca. El comparte esta idea doctrinal, aconseja no dar a Santa María el título de Madre de Dios (Theotokos) y lo sustituye por el de Madre de Cristo (Christotokos), lo que le llevó a negar la maternidad divina de Santa María. Fue una mala apreciación teológica, por considerar en Cristo dos naturaleza en sí mismas subsistentes, cree que hay una persona divina y una humana, si bien unidos, pero con una unión física o moral. De estos presupuestos brota lógicamente la negación del título de Madre de Dios, pues ella sería del simple hombre, de una persona humana, aunque especialmente unida a la Persona del Verbo. Los Padres no vacilaron llamar Madre de Dios (theotokos) a la Santa Virgen, no porque la naturaleza del Verbo, o su divinidad haya tomado de la Santa Virgen el principio de su existencia, sino porque ha nacido de ella el santo cuerpo animado de alma racional a la que el Verbo se unió según la hipóstasis, se dice que el verbo ha sido unido según la carne. En Éfeso no se redactó una nueva profesión de fe, sino que se insistió en la fórmula de Nicea, el texto de mayor importancia doctrinal en Éfeso, es la segunda Carta de San Cirilo a Nestorio. En este Concilio que eminentemente cristológico y sólo indirectamente mariológico se definió dogmáticamente María como la Theotokos.
Constantinopla (381) (...) Se encarnó por obra del Espíritu Santo y María Virgen y se hizo hombre. Afirmándose tanto la maternidad divina, como su maternidad virginal.
Calcedonia 451). El Hijo que antes de los siglos es engendrado por el Padre en cuanto a la divinidad... es engendrado de María virgen en cuanto humanidad.
Síntesis
1) Verdadera maternidad divina: a) es una auténtica maternidad biológica, humana y natural. b) Al mismo tiempo, esta maternidad es plenamente sobrenatural; tanto en cuanto al modo, como en cuanto a la causa.
2) En la historia de la mariología se pone de relieve cómo la maternidad de Santa María fue considerada primero en su connotación más estricta en el hecho de haber concebido y dado a luz; después el ejercicio de esta maternidad a lo largo de toda la historia del Señor, sobre todo al pie de la Cruz.
3) La maternidad es la razón de ser de la existencia misma de la Virgen; a la vez que es raíz y fundamento de todas las demás gracias recibidas en orden a su misión.
 
2. Concepción Inmaculada. Plenitud de Santidad.
Introducción
1) En el mismo designio eterno en el que Dios decidió la Encarnación de su Hijo, se encuentra también la elección de santa María como Madre del Verbo encarnado. Designio que afecta esencialmente a la forma en que el Verbo se hace carne y a la forma de la maternidad de Santa María.
2) Ha de entenderse esta verdad como un modo interno de esta maternidad y no como una gracia extrínseca, en atención a la dignidad de la maternidad divina.
3) Entre los privilegios que Dios ha otorgado a la Virgen María, - en atención a su excelsa dignidad de Madre de Dios y en virtud de los méritos de su Hijo Jesucristo- está su Inmaculada Concepción. Estos privilegios están relacionados y hacen referencia a la misma santidad que convenía a María en orden a la misión de ser Madre de Dios.
Tanto la expresión panhagia como el paralelismo Eva-María son dos formulaciones en las que se encuentran explícitamente la afirmación acerca de su Inmaculada Concepción.
4) Esta santidad plena comporta dos aspectos inseparables: a) Negativo: la preservación de todo pecado, tanto original como personal; b) Positivo: la plenitud de gracia recibida.
Dentro del proceso histórico resalta el panegírico de Teoteknos de Libia; como la primera afirmación explícita en torno a la Inmaculada Concepción.
Fundamentación Escriturística
Gen 3,15. En esta perícopa existe un perfecto paralelismo entre la enemistad de la mujer con el diablo y la enemistad del descendiente de la mujer —el Mesías— con la serpiente.
Lc 1,28. Kekharitomene, expresa la plenitud de gracia desde el momento primero de su concepción.
Lc 1,42.: la exaltación de la Virgen procede de la excelencia de Jesús.
Definición Dogmática
Promulgada por Pío IX el día 8 de diciembre de 1854. La fórmula definitoria dice así:
“Declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser, por tanto, firme y constantemente creída por todos los fieles”.
Esta definición dogmática contiene varias afirmaciones:
a) La persona de María y no sólo el alma.
b) El dogma se refiere a la concepción pasiva de María, es decir, en el seno de su madre y alude al mismo momento de la concepción, o sea, cuando se produce la infusión del alma.
c) El hecho de ser preservada de pecado original fue un don absolutamente singular.
d) La causa meritoria de la Inmaculada Concepción es el mérito de Cristo.
Síntesis
1) La piedad cristiana a visto en la Misión materna de María, la razón profunda de la santidad y la plenitud de gracia desde el primer instante de su concepción.
2) En el mismo designio eterno en que Dios decidió la encarnación de su Hijo se encuentra también la elección de María.
3) La santidad plena de María comporta dos aspecto inseparables: la preservación de todo pecado y la plenitud de gracia recibida.
 
3. Virginidad Perpetua.
Introducción
1) El carácter virginal perpetuo de María que así confiesa la Iglesia, comprende tres momentos (antes, en y después del parto) de un único misterio en la que la Virgen María permaneció inmune de toda mancha de pecado.
2) Es cierto que la concepción virginal de Jesús no habría sido necesaria para la encarnación del Logos. Pero aquella fue dispuesta por la libre voluntad salvífica de Dios, esta concepción es un signo del carácter gratuito de la Redención.
3) La naturaleza de esta virginidad implica: a) integridad corporal de una persona que no ha tenido comercio sexual (concepción científica de la virginidad); b) entrega total de la persona, alma y cuerpo, mente y corazón a Jesucristo (concepción neotestamentaria).
4) Sentido de la Virginidad: a) hecho que afecta tanto a sus sentimientos, afectos y pensamientos “virginidad espiritual”; b) igualmente a su cuerpo y ha de entenderse realmente, no metafóricamente “virginidad física”.
5) Lo que la Iglesia enseña como verdad revelada es lo siguiente: a) absoluta y perfecta integridad corporal de la Virgen; b) Virginidad del alma.
6) El Dogma supone: a) que María concibió milagrosa y virginalmente por el poder omnipotente de Dios; b) que dio a luz sin perder su virginidad en el nacimiento de su Hijo; c) que María después del nacimiento de Cristo permaneció virgen durante toda su vida terrena.
Fundamentación Escriturística
a) Virginidad antes del parto
Is 7,14: en este texto las formas verbales “concebirá” y “dará a luz” se aplican a un mismo sujeto: la Virgen.
Mt 1,18-24 se nos dice que la concepción de Cristo se realizó virginalmente, sin concurso de varón, por obra del Espíritu Santo.
b) Virginidad en el parto
Lc 1,35b
Lc 2,7
c)Virginidad después del parto (virginidad perpetua).
Jn 19,25 ss
Jesús  confía María a su discípulo amado; este hecho ha sido considerado por los padres como una constatación de que María no tuvo otro hijo.
Síntesis
1) Es una afirmación contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición.
2) La concepción virginal de María no es necesaria para la encarnación del Logos; sino que brota de la libre voluntad salvífica de Dios.
3) La virginidad de María es totalmente excepcional, milagrosa e irrepetible.
4) Es totalmente y siempre, Madre-Virgen.
5) La virginidad en María se extiende desde la concepción, es decir antes, en y después.
6) La afirmación de esta verdad incluye la virginidad corporal y no solo se dice espiritualmente.
 
4 Participación de María en la obra salvífica de Cristo
Los títulos con más tradición en la Teología para designar la cooperación de Santa María en la obra de la salvación son su Maternidad espiritual y su Mediación universal
I. La Maternidad Espiritual.
El CVII enseña que María es verdadera Madre de los hombres en el orden de la gracia, porque coopera a la vida y al crecimiento espiritual de los fieles. La Virgen colabora con Cristo en un plano subordinado y dependiente de El, pero de modo verdadero. No sería correcto sostener que María es nuestra Madre por adopción, como si nos hubiera adoptado al pie de la Cruz, pues María no es madre por un simple título legal, sino que nos comunica una verdadera vida en el orden sobrenatural.
a) Bases bíblicas de la maternidad espiritual[237]
1. Las Bodas de Caná (Jn 2, 1ss). Todo este episodio se encuadra en la perspectiva de María como madre . Como madre actúa también el Hijo y ante los servidores.
2. María al pie de la Cruz (Jn 19,25-27). Las palabras por Jesús otorgan a María una misión que está en íntima conexión con la obra redentora, que el Señor consuma en aquellos momentos.
b)  Magisterio
Lo más destacable es lo que se puede extraer de una lectura atenta del capítulo VIII de Lumen Gentium: la doctrina de la maternidad espiritual impregna toda la doctrina mariológica expuesta en dicho capítulo (leer por ejemplo el n. 57).
c) Fundamento teológico de la maternidad espiritual
Hay varios motivos por los que se deduce que a María le compete ser Madre espiritual de todos los hombres:
1. Por ser Madre física de Jesús. María al concebir a su Hijo, a la vez, concibe a todos los que, a lo largo del tiempo, constituiremos el Cuerpo Místico. María engendra y da a luz físicamente a Jesús, Cabeza del “Cristo total; a nosotros, miembros del Cuerpo, nos origina espiritualmente.
2. Por su cooperación en la obra salvadora. María al asociarse como nueva Eva a su Hijo, participa activamente en la Redención, como de forma activa intervino Eva en la caída del género humano. Puede afirmarse así que María es causa de nuestra vida sobrenatural; por tanto, en el plano sobrenatural, María es verdadera Madre nuestra.
3. Por su presencia al pie de la Cruz. Allí María, aceptando “el testamento de la Cruz”, con su muerte mística, alumbró a la humanidad a la vida sobrenatural de la gracia.
d) Naturaleza de la maternidad espiritual
Hay que sostener que María es madre de todos los hombres en un sentido real y no metafórico o de simple adopción. Podemos decir que María es nuestra Madre en tres sentidos:
1. Sentido propio, porque nos comunica, aunque de forma subordinada, la vida sobrenatural.
2. Sentido espiritual, no físico o biológico, como lo es de Cristo, pues nos da la vida del espíritu y no la de la carne.
3. Sentido formal, no meramente material, porque ha aceptado voluntariamente ser Madre y nos ayuda a lograr la vida de la gracia.
II. La Mediación Materna de Santa María
La mediación materna de María incluye dos aspectos: su cooperación en la Redención in fieri o Redención objetiva (la adquisición de la gracia por medio de la Redención) y su cooperación en la Redención in facto esse o redención subjetiva (la distribución de las gracias a las personas) (que se explica en el punto 6). Antes de continuar hay que precisar qué entendemos por mediadora. Se denomina mediadora a aquella persona que se ocupa de unir dos o más personas entre sí o de volver a unirlas, si habiéndolo estado, ahora están separadas por una discordia. Para ser mediador se requieren dos cosas: a) la razón de medio entre dos extremos, que exige que el mediador convenga en algo con las partes a unir, y difiera en algo de ellas; y b) el oficio de unir los dos extremos.
María es verdadera y propiamente mediadora, porque Ella cumple las dos condiciones que se acaban de exponer. Ella se encuentra como medio entre Dios y los hombres: por ser Madre de Dios, se distingue de las demás criaturas; mientras que por su condición de persona humana, se aleja de Dios y se asemeja a los hombres. Ella cumple también el oficio de unir, porque por su fiat consiguió que el Hijo de Dios asumiese la naturaleza humana y logró con ello que Dios se acercara al hombre, y a la vez que el hombre se uniera a Dios.
Cooperación de María a la Redención objetiva
a) Para el CVII (LG nn. 55-62) la participación de María en la obra salvadora de Cristo no es algo accidental o accesorio, sino un hecho predestinado desde toda la eternidad en el plan divino redentor. La doctrina conciliar sobre la asociación de María a la obra de Cristo se puede resumir en los puntos siguientes:
1. Es voluntad expresa de Dios que “así como la mujer contribuyó a la muerte, también la mujer contribuyera a la vida. Lo cual se cumple de modo eminente en la Madre de Jesús por haber dado al mundo la Vida misma”.
2. María no fue un instrumento meramente pasivo en las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres con fe y obediencia libres.
3. La unión de la Virgen con su Hijo en la obra de la salvación abarca toda su vida y especialmente desde la Anunciación hasta la muerte de Cristo.
4. María cooperó en forma del todo especial a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas.
5. En el momento de la consumación de nuestra Redención, no sin designio divino, María estuvo erguida junto a la Cruz, sufriendo y asociándose con entrañas de madre a su sacrificio y consintiendo amorosamente a la inmolación de la víctima.
(Para profundizar en el tema de la cooperación en la Redención objetiva se pueden estudiar las diversas posiciones de los teólogos contemporáneos en J. L. BASTERO, María, Madre del Redentor, pp. 292ss).
b) Naturaleza de la cooperación de María
El CVII no intentó resolver las cuestiones debatidas entre las diversas escuelas teológicas respecto a la naturaleza de la cooperación de María (si es mediata o inmediata, pasiva o activa, …). Se limitó mas bien a enunciar los elementos esenciales, mantenidos por la fe común de la Iglesia, proponiendo algunas precisiones teológicas y metodológicas sobre el tema. Algunas de esas precisiones son:
1. Cristo es el único Mediador (1 Tim 2, 5-6).
2. La mediación mariana no oscurece la mediación de Cristo, ni la aumenta ni la disminuye.
3. La mediación de María no es absolutamente necesaria; proviene del querer divino y procede de la sobreabundancia de los méritos de Cristo.
4. La mediación de María no es una mediación intermedia entre los hombres y Cristo; al contrario es una mediación indisolublemente unida a la de Cristo y absolutamente dependiente de ella.
5. La cooperación de María en la obra del Redentor es diversa a la de las demás criaturas: es una cooperación eminente y singular.
La cooperación de María a la Redención, por tanto, aunque querida por Dios, es sin embargo:
1. Secundaria: ya que la salvación de los hombres no se puede atribuir de igual a Cristo y a María: a Aquel principalmente y a Esta secundariamente;
2. Dependiente: porque la eficacia de las acciones de María se basa en los méritos de Cristo y de ellos depende intrínsecamente;
3. Por sí misma insuficiente: pues las acciones de Cristo son de valor infinito y sobreabundante, para satisfacer a la justicia divina. Las acciones de María no añaden intrínsecamente ningún valor a los méritos y satisfacciones del Señor;
4. Hipotéticamente necesaria: Dios habría podido redimirnos exclusivamente por los méritos de Cristo, sin la cooperación de María. Pero, como ha dispuesto asociar a María a la obra redentora, es necesario hipotéticamente que los méritos y satisfacciones de la Virgen se unan a los de su Hijo, como precio de la liberación de los hombres.
Semillitas al Señor  
  "Así como el sol alumbra a los cedros y al mismo tiempo a cada florecilla en particular, como si sola ella existiese en la tierra, del mismo modo se ocupa nuestro Señor particularmente de cada alma, como si no hubiera otras. (Manuscrito A, 3 r°)
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Vos obráis como Dios, que nunca se cansa de escucharme cuando le cuento con toda sencillez mis penas y mis alegrías, como si él no las conociese... (Manuscrito C, 32)
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Puedes, por lo tanto, como nosotras, ocuparte de "la única cosa necesaria", es decir, que aun entregándote con entusiasmo a las obras exteriores, tengas por único fin complacer a Jesús, unirte más íntimamente a él. (Carta 228)
 
El Señor y los corazones...  
  ¡Ah, qué verdad es que sólo Dios conoce el fondo de los corazones!... ¡Qué cortos son los pensamientos de las criaturas!... (Manuscrito C, 19 v°)
 
El Señor Es ternura...  
  Al entregarse a Dios, el corazón no pierde su ternura natural; antes bien, esta ternura crece haciéndose más pura y más divina. (Manuscrito C, 9 r°)
 
El Señor esta siempre con nosotros...  
  cielo que le es infinitamente más querido que el primero: ¡el cielo de nuestra alma, hecha a su imagen, templo vivo de la adorable Trinidad!... (Manuscrito A, 48)
 
Santo Rosario  
   
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