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Eucaristía 1

El SACRIFICIO SACRAMENTAL DE LA EUCARISTÍA I

La Eucaristía es el sacramento de la Nueva Ley en el cual, bajo las especies de pan y vino se halla el mismo Cristo verdaderamente presente, con su cuerpo y su sangre, a fin de ofrecerse de manera incruenta al Padre celestial y darse como manjar espiritual a los fieles. (cf. Ott p. 551)

b) La Sagrada Eucaristía culmina la iniciación cristiana (CEC. 1322)
c) La preeminencia de la Eucaristía por encima de los demás sacramentos (Sto Tomás):
(1) Por el contenido de la Eucaristía: en este sacramento no hay, como en todos los demás, una virtud otorgada por Cristo para darnos su gracia, sino que es Cristo mismo quien se halla presente; Cristo, fuente de todas las gracias.
(2) Por la subordinación de todos los demás sacramentos a la Eucaristía como a su último fin.
(3) Por el rito de todos los demás sacramentos, que la mayor parte de las veces se completa con la recepción de la Eucaristía. (S.th.III 65,3)
 
Enseñanzas Bíblicas sobre la Eucaristía
Tres tipos de textos:
1. La promesa de la Eucaristía (Jn 6,22-71) En el discurso eucarístico habla Jesús primeramente, en términos generales, del verdadero pan del cielo, que ha bajado del cielo y da la vida eterna al mundo. Se designa a sí mismo como el verdadero pan del cielo que da vida, pero señala que para asimilar ese manjar es necesario tener fe mediante la gracia, de la cual el que recibe la comunión se nutre del ser de Jesús, se purifica con su sacrificio de modo sacramental
2. Los textos de la institución vienen enmarcados, a excepción de 1 Cor 11 23-26, en el relato mismo de la pasión (Mt. 26,25-29; Mc, 14,22-24; Lc. 22,19-20).  La Eucaristía viene a expresar el sentido mismo que Jesús dio a su muerte.
3. Textos que narran la celebración de la Eucaristía en la Iglesia naciente (Act. 2,42 y en los Epístolas de San Pablo, 1 Cor 10,16; 1 Cor 11,26-27) Muestran el valor que la Eucaristía tenía para las primeras comunidades cristianas.
                  a. Act.2,42: "Todos perseveraban en la doctrina de los Apóstoles y en la comunicación de la fracción del pan, y en la oración." La Eucaristía es el fin de un proceso que comienza con la conversión y el bautismo.
                  b. 1Cor. 10,16; 1Cor. 11,26-27: Mediante la comunión con el cuerpo personal de Cristo nace la Iglesia como cuerpo. La comunión de la Iglesia tiene lugar mediante la comunión con el cuerpo y sangre de Cristo.
 
Testimonios de la Tradición y Definiciones del Magisterio.
A. Tradición
1. Los testimonios antiguos en torno a la Eucaristía tienen carácter social y colectivo: catequesis para los recién convertidos, cartas dirigidas a los fieles, liturgia (en la llamada epíclesis de las antiguas liturgias cristianas, se invoca al Logos o al Espíritu Santo para que "convierta el pan en el Cuerpo de Cristo y el vino en el Sangre de Cristo"), inscripciones funerarias, pinturas en las catacumbas, defensa ante las herejías; ésta "fidex simplex" admite universalmente que, después de la consagración, el pan y el vino son el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
2. La "fracción del pan"- sintagma técnico para designar la Eucaristía- pasó pronto, junto con el Bautismo, a ser el rito característico de los primeros cristianos. Ellos creían con absoluta sencillez que el pan consagrado era el Cuerpo de Cristo. Los Apóstoles y sus sucesores presentaban a los fieles el pan consagrado diciendo: Corpus Christi, y los fieles respondían Amén. La Eucaristía. era Jesús, y nadie habló jamás de símbolo o figura.
3. La presencia real del Cuerpo y la Sangre en la Eucaristía es afirmada de forma constante e ininterrumpida en los escritos patrísticos. De la Eucaristía se dice que es la carne del Señor en un sentido literal y propio.
B. El MAGISTERIO DE LA IGLESIA:
1) VI Concilio Romano (Gregorio VII, a. 1079, Dz 355) - Vs. Berengario, el primer hereje directo sobre la Euc. considerándola sólo como un símbolo del Cuerpo y Sangre de Cristo glorificado en el Cielo y que, por tanto, no puede hacerse presente en todas y cada una de las hostias consagradas. El Cuerpo de Cristo está en el Cielo, y en la Euc. sólo estaría de un modo espiritual.
2) IV Letrán (a. 1215, XII ecuménico, Dz 430) Vs. los valdenses, albigenses, petrobrusianos, henricianos, cátaros que, por aborrecimiento a la organización visible de la Iglesia y por reviviscencia de algunas ideas gnostico-maniqueas, negar el poder sacerdotal de consagrar y la presencia real (S. XII y XIII). Para combatir todos estos errores, el Concilio definió oficialmente la doctrina de la transubstanciación, la presencia real y el poder exclusivo de consagrar que posee el sacerdote ordenado válidamente.
3) Constanza (a. 1414, XIV ecuménico, Dz 581-583) Vs. Juan Wicleff que impugnó la doctrina de la transubstanciación enseñando que, después de la consagración, permanecen las sustancias de pan y vino (teoría de la remanencia). La presencia de Cristo en la Eucaristía quedaba reducida a una presencia puramente dinámica.  El fiel cristiano recibiría sólo de manera "espiritual" el Cuerpo y la Sangre de Cristo. La adoración de la Eucaristía sería culto idolátrico. La Misa no había sido instituida por Cristo.
4) Trento (Sesiones XIII, XXI, XXII) - que define la presencia verdadera, real y sustancial de Cristo en la Eucaristía. Como es lógico, esos tres adjetivos no se utilizaron por casualidad, sino que respondían al empeño por salir al paso de los errores que hablaban de una presencia engañosa, sólo simbólica ( Zwinglio y Wycleff) o sólo virtual (Calvino).
5) CIC 1373-1374 - se han recogido 3 pasajes grandes sobre Eucaristía: "Trento Ses XII", "SC 7": (Cristo está presente en la Eucaristía. tanto en el ministro, actuando in Persona Christi; en las especies; y en la palabra) y "Mysterium Fidei" (habla de una presencia por excelencia porque Cristo en su totalidad está allí substancialmente).
 
La presencia verdadera, real y substancial de Cristo en la EucaristÌa
El modo como el Cuerpo de Cristo está realmente presente
- Nadie duda que el Señor está presente en medio de los fieles, cuando éstos se reúnen en su nombre: "Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos". (Mt 18,20)
- También está presente en la predicación de la palabra divina, "pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla" (SC 7).
- Igualmente está en los sacramentos, ya que son acciones de Cristo.
- Sin embargo, la presencia de Cristo en la Eucaristía es de otro orden: "Es muy distinto el modo verdaderamente sublime, por el cual Cristo está presente en su Iglesia en el sacramento de la Eucaristía, ya que contiene al mismo Cristo y es como la perfección de la vida espiritual y el fin de todos los sacramentos" (Pablo VI, MF 39).
- Se le llama real no por exclusión, como si las otras presencias de Cristo en la oración, en la palabra, en los otros sacramentos, no fueran reales, sino por antonomasia, pues es una presencia substancial: por ella se hace presente Cristo, Dios y Hombre, entero e íntegro.
La totalidad de la presencia
a) Presencia total de Cristo ("Per modum substantiae ")
Bajo cada una de las especies sacramentales, y bajo cada una de sus partes cuando se fraccionan, está contenido Cristo entero, con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad (Trento Ses. XIII can. 3). Cristo no se encuentra presente en la Hostia al modo de los cuerpos, que ocupan una extensión material determinada (la mano en un lugar, y la cabeza en otro), sino al modo de la sustancia, que está toda entera en cada parte del lugar. Por ello, al dividirse la Hostia, está todo Cristo en cada fragmento de ella.
Trento, al mismo tiempo que definía el hecho de la presencia real, definió también la totalidad de la misma. En virtud de las palabras de la consagración está presente el Cuerpo de Cristo bajo la especie de pan y la Sangre de Cristo bajo la especie de vino. Por concomitancia natural, es decir, por la unión real que guardan con el cuerpo y la sangre de Cristo, se hallan también presentes bajo la especie de pan, juntamente con el Cuerpo, la Sangre de Cristo y su alma; y por la unión hipostática se halla presente su divinidad (concomitancia sobrenatural). Bajo la especie de vino, juntamente con la sangre de Cristo, se hallan también presentes su cuerpo, su alma y su divinidad (cf Dz 876).
Santo Tomás, partiendo de la verdad de la presencia real, que no puede ser conocido por los sentidos ni por la inteligencia, sino por la sola fe que se funda en la autoridad divina, concluye que la única vía para llegar a esta presencia es la conversión, pues el único y verdadero cuerpo de Cristo, preexistente y perfecto, no puede ser creado de nuevo, ni podría tampoco ser bajado a la tierra por una especie de movimiento local. Incluso, aunque dejara el cielo no podría ser conducido a los diversos lugares.
 
En virtud de las palabras de la consagración, se hace presente el mismo cuerpo que nació de María, sufrió en la cruz y está en el cielo, haciéndose presente en las especies de pan y de vino, en las que antes no estaba. Puesto que por la consagración eucarística Cristo no se mueve ni se muda, no cabe otra posibilidad de hacerse sustancialmente presente en los diversos lugares de la tierra sino porque las diferentes sustancias de los diferentes panes se convierten en el único Cuerpo de Cristo, que tiene en el cielo su propia dimensión local. Y, por otra parte, se requiere que los accidentes de las diversas sustancias cambiadas, sustentados por la divina potencia, permanezcan en su lugar, de modo que, mediante la múltiple locación ajena, la única sustancia del cuerpo de Cristo, sin dejar su lugar propio en el cielo, se haga ahora presente en los diversos lugares de la tierra.
Ahora bien, esa sustancia de pan no cesa por aniquilación, porque una exigencia de la conversión consiste en que el punto de partida, al dejar de ser lo que es, no caiga en la nada, sino que se convierta en otro término positivo. Podríamos decir que hay continuidad, en cuanto que sigue habiendo un ente, aunque de distinta naturaleza que el anterior: ahora es la sustancia del Cuerpo de Cristo.
Naturalmente se trata de una conversión singular y misteriosa: aquí no permanece idéntica la materia prima, sino que toda la entidad del pan se convierte en toda la entidad del Cuerpo de Cristo. Cristo está en el sacramento per modum substantiae, es decir, no locativamente, como está una cosa física en otra cosa física; ni con presencia definitiva, como la que tiene el alma en el cuerpo, sino al modo como una sustancia está presente en sus dimensiones accidentales. La sustancia estaba allí en virtud de los accidentes, ahora la sustancia del Cuerpo de Cristo está en dicho lugar, pues tiene una relación con él mediante las dimensiones ajenas (del pan). Así como la sustancia de pan no estaba en sus dimensiones ocupando un lugar, sino per modum substantiae, así tampoco la sustancia del Cuerpo de Cristo.
b) Cristo está todo entero en cada especie.
No está únicamente el Cuerpo de Cristo bajo la especie del pan, ni únicamente su Sangre bajo los accidentes del vino, sino que en cada uno se encuentra Cristo entero. Donde está el Cuerpo, concomitantemente se hallan la Sangre, el Alma y la Divinidad; y donde está la Sangre, igualmente por concomitancia se encuentran el Cuerpo, el Alma y la Divinidad de Jesucristo. Él está presente en la Eucaristía con la naturaleza humana y la naturaleza divina. Pero el Alma y la Divinidad no están por conversión, sino por simple presencia, debido a la unión hipostática que se da en la Persona de Cristo entre su naturaleza humana y su naturaleza divina. Como escribe S. Tomás; "el Cuerpo y la Sangre están por la conversión y el Alma y la Divinidad por real concomitancia" (S.Th III, q. 76, a.1).
Santo Tomás dice que por la fuerza de la conversión, bajo las especies de pan, se hace directamente presente la sustancia del Cuerpo de Cristo; pero por la fuerza de la concomitancia natural, se hace presente también su sangre, alma y divinidad. La sustancia del cuerpo de Cristo está entera en cada una de las dimensiones del pan. Cristo entero está presente encada una de las especies y encada una de sus partes.
c) Permanencia de la Presencia real
Después de efectuar la consagración, el Cuerpo y la Sangre de Cristo están presentes de manera permanente en la Eucaristía. La permanencia de presencia real es una verdad de fe, definida contra la herejía protestante que afirmaba la presencia de Cristo en la Eucaristía sólo in uso, es decir, mientras el fiel comulga. Trento dice: "Si alguno dijere que, acabada la consagración, no está el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo en el admirable sacramento de la Eucaristía, sino sólo en el uso, al ser recibido, pero no antes o después, y que en las hostias o partículas consagradas que sobran o se reservan después de la comunión, no permanece en verdadero Cuerpo del Señor, sea anatema" (Ses. XII, can 4). "Si alguno dijere que no es lícito reservar la Sagrada Eucaristía en el sagrario, sino debe ser necesariamente distribuida a los asistentes inmediatamente después de la consagración; o que no es lícito llevarla honoríficamente a los enfermos, sea anatema" (Ses XIII, can. 7).
d) fin de la presencia real
Según doctrina unánime de los teólogos, la presencia real dura mientras no se corrompen las especies que constituyen el signo sacramental instituido por Cristo. La cesación de la presencia real no puede considerarse como verdadera anihilación, ni como conversión del cuerpo y la sangre de Cristo en otra sustancia, ni tampoco como movimiento local por la cual el Señor volviese al cielo. En lugar del cuerpo y la sangre de Cristo surgen probablemente aquellas sustancias que corresponden a la naturaleza específica que corresponden a la naturaleza específica de los accidentes alterados.
 
Transubstanciación.
1. Historia:
En el sínodo Romano del año 1079 (contra Berengario) se habla de "conversión sustancial". Poco después, algunos teólogos, Hildelberto Turonense y Rolando Bandinelli (luego será Papa Alejandro III), comenzaron a utilizar el término "transubstanciación" y que será usada oficialmente por vez primera en un Decretal de Inocencio III y en el Caput Firmiter del Conc. IV de Letrán. A la hora de designar ese concepto emplean términos diversos (fieri, conversio, transmutari, transelementari, transformat, mutatione, conversione, etc.). A partir de ahí, este término se ha convertido en garantía de ortodoxia, y Pío VI (DZ 1529) en la Auctorem fidei, contra el sínodo de Pistoya (1786), afirmó que la doctrina de la transubstanciación no es una cuestión meramente escolástica, opinable, sino una verdad de fe.
La Iglesia ortodoxa griega, después del II Concilio Universal de Lyón (1274), recogió de la teología latina este término. Pero este término encontró mayor difusión durante el siglo XVII, en la lucha contra las teorías calvinistas sobre la Eucaristía del patriarca Cirilo Lucaris y la Confessio de Dositeo 17.
Santo Tomás (III, q.75, a.2) afirma que el Cuerpo de Cristo sólo puede hacerse presente en la Eucaristía por conversión de toda la sustancia del pan en la sustancia del Cuerpo de Cristo, y de toda la sustancia del vino en la sustancia de la Sangre de Cristo, descartando todo tipo de movimiento local.
2. El dogma:
Cristo está presente en el sacramento del altar por transubstanciarse toda la sustancia de pan en su cuerpo y toda la sustancia de vino en su Sangre. (de fe) - Trento, Ses. XIII, can 2 (DZ 884).
La transubstanciación se verifica en el momento mismo en que el sacerdote pronuncia sobre la materia las palabras de la forma ("esto es mi Cuerpo"; "éste es el cáliz de mi Sangre"), de manera que, habiéndolas pronunciado, no existen ya ni la sustancia del pan ni la sustancia del vino: sólo existen sus accidentes o apariencias exteriores.
3. La noción:
(a) En la Euc. no hay aniquilamiento de la sustancia del pan (o del vino), porque ésta no destruye, sólo se cambia;
(b) no hay creación del Cuerpo de Cristo: crear es sacar algo de la nada, y aquí la sustancia del pan cambia por la sustancia del Cuerpo, y la del vino por la de la Sangre;
(c) no hay conducción del Cuerpo de Cristo del cielo a la tierra: en el cielo permanece el único Cuerpo glorificado de Cristo, y en la Eucaristía está su Cuerpo sacramentalmente;
(d) Cristo no sufre ninguna mutación en la Euc.; toda la mutación se produce en el pan y en el vino;
(e) Lo que se realiza, pues, en la Eucaristía es la conversión de toda la sustancia del pan y del vino en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo, que es lo que llamamos transubstanciación.
N.B. En los últimos años, algunos teólogos han buscado nuevas fórmulas de explicar esta Presencia Real de Cristo el la Eucaristía: la transignificación o de la transfinalización, señalando que, por las palabras de la consagración, el pan y el vino consagrados adquieren una nueva significación y se dirigen a un nuevo fin. No obstante, el Magisterio las juzgas insuficientes y exige mantener la terminología de siempre. (Cf. Mysterium fidei, 3-IX-1965, n. 39)
4. Prueba de la Escritura:
La transubstanciación se contiene implícitamente en las palabras con que Cristo instituyó este sacramento. Considerando la veracidad y omnipotencia divina de Jesús, se deduce de sus palabras que lo que Él ofrecía a sus discípulos ya no eran pan y vino, sino su Cuerpo y Sangre. Por tanto, había tenido lugar una conversión. Pero los accidentes no sufrieron esa conversión, como lo prueba el testimonio ocular de los allí presentes. Luego aquella conversión afectó únicamente a la sustancia y fue, por tanto, verdadera transubstanciación.
5. Prueba de la Tradición:
Los padres de los tres primeros siglos dan testimonio de la presencia real, pero sin entrar en detalles sobre el modo con que se verifica la misma. As’ como dice Tertuliano - "[Jesús] tomó el pan, lo distribuyó a sus discípulos y lo hizo su cuerpo diciendo: "Éste es mi Cuerpo".
Para explicar de forma intuitiva este misterio, los santos padres emplean analogías, tales como la conversión del alimento en la sustancia corporal (Greg. de Nysa, Juan Damasceno), la conversión del agua en vino en las bodas de Cana (Cirilo de Jerusalén), la conversión de la vara de Moisés en serpiente, la conversión del agua de los ríos de Egipto en sangre, la creación y la encarnación (Ambrosio).
En las antiguas liturgias, se invoca al Logos o al Espíritu Santo por medio de una oración especial, llamada epíclesis, para que descienda y "haga" de aquel pan y vino el Cuerpo y Sangre de Cristo, o para que el pan y el vino "lleguen a ser" el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
6. Permanencia de las especies:
Las especies de pan y vino permanecen después de la transubstanciación  (de fe).
Según declaración del Trento (Ses. XIII, can. 2/ DZ 884), la transubstanciación se extiende únicamente a las sustancias de pan y vino, mientras que las especies o accidentes permanecen: "manentibus dumtaxat speciebus panis et vini"; Se entiende por especies todo aquello que es perceptible por los sentidos, como el tamaño, la extensión, el peso, la forma, el color y el sabor.
7. Realidad física de las especies:
Las especies sacramentales conservan su realidad física después de la transubstanciación (sent. cierta).
(a) La doctrina de toda la tradición no duda en absoluto de que a las impresiones de nuestros sentidos les corresponde una realidad objetiva. Así dice S. Agustín: "Así pues, lo que veis es un pedazo de pan y un cáliz; esto es lo que os dicen vuestros ojos. Pero vuestra fe os enseña lo siguiente: El pan es el Cuerpo de Cristo; el cáliz, la Sangre de Cristo". (b) Trento afirma que las especies "permanecen", es decir, que quedan como residuo del término total a quo  de la transubstanciación. (c) El concepto de sacramento, exige que el signo sea objetivo si no queremos que el sacramento se reduzca a una mera apariencia.
8. Sin sujeto de inhesión:
Las especies sacramentales permanecen sin sujeto alguno de inhesión (sent. cierta).
(a) El Cuerpo y la Sangre de Cristo no pueden ser sujetos de los accidentes de pan y vino; tampoco puede serlo ninguna otra sustancia. De todo lo cual se deduce que las especies permanecen sin sujeto alguno. El Catecismo Romano (II 4, 43) califica esta sentencia como "doctrina mantenida siempre por la Iglesia Católica". (b) La omnipotencia divina hace que sea posible la permanencia de los accidentes sin sujeto de inhesión, pues tal omnipotencia, como causa primera, puede sustituir el efecto de la causa segunda, cuando ésta falta (S.th III 77).
 
Teorías teológicas recientes y orientaciones del Magisterio.
El modernismo ha pretendido adoptar una postura eucarística de tipo pragmático; negar la presencia real, juzgándola imposible, y, al mismo tiempo, recomendar ante el Sagrario un comportamiento semejante al debido si Cristo estuviese presente realmente, ya que eso "nutriría" nuestro sentimiento religioso.
Aparte de los errores teóricos, se dan otros de carácter más bien práctico; no niegan la presencia real, pero tampoco la tienen en cuenta; entre esos, pueden citarse la relegación del sagrario en las iglesias, el descuido de las prácticas piadosas eucarísticas (visita al Santísimo, Bendición, Exposición), de la comunión fuera de la Misa, de las misas sin pueblo presente, etc.
No han faltado en nuestro siglo, ante teorías teológicas erróneas, las oportunas orientaciones del Magisterio, que recuerdan como la "conversio mirabilis et singularis" que se realiza mediante las palabras de la consagración es un cambio sustancial, no s—lo formal; por lo que no es lícito hablar de la transfinalización o transignificación: Pablo VI, en la "Mysterium fidei," afirma que si hay un cambio de fin o de significado en el pan y en el vino, es porque, previamente, ha habido un cambio ontológico, sustancial.
 
BIBLIOGRAFÍA
J. A. Sayes, El Misterio Eucarístico. BAC, Madrid 1986.
Semillitas al Señor  
  "Así como el sol alumbra a los cedros y al mismo tiempo a cada florecilla en particular, como si sola ella existiese en la tierra, del mismo modo se ocupa nuestro Señor particularmente de cada alma, como si no hubiera otras. (Manuscrito A, 3 r°)
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Vos obráis como Dios, que nunca se cansa de escucharme cuando le cuento con toda sencillez mis penas y mis alegrías, como si él no las conociese... (Manuscrito C, 32)
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Puedes, por lo tanto, como nosotras, ocuparte de "la única cosa necesaria", es decir, que aun entregándote con entusiasmo a las obras exteriores, tengas por único fin complacer a Jesús, unirte más íntimamente a él. (Carta 228)
 
El Señor y los corazones...  
  ¡Ah, qué verdad es que sólo Dios conoce el fondo de los corazones!... ¡Qué cortos son los pensamientos de las criaturas!... (Manuscrito C, 19 v°)
 
El Señor Es ternura...  
  Al entregarse a Dios, el corazón no pierde su ternura natural; antes bien, esta ternura crece haciéndose más pura y más divina. (Manuscrito C, 9 r°)
 
El Señor esta siempre con nosotros...  
  cielo que le es infinitamente más querido que el primero: ¡el cielo de nuestra alma, hecha a su imagen, templo vivo de la adorable Trinidad!... (Manuscrito A, 48)
 
Santo Rosario  
   
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