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Enseñar, santificar y gobernar
Potestad y servicio en la Iglesia: la triple función de enseñar, santificar y gobernar
Si observamos atentamente Mt 28, 18-19: “Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id pues y haced discípulos a todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que os he mandado.” entendemos que:
1) Cristo determina para su Iglesia una misión que consiste en continuar su obra.
2) Para ello participa sus propios poderes, aquellos que hacen de Él: Sacerdote, Profeta y Rey.
3) En las palabras “haced discípulos a todos” aparece la función de enseñar (munus docendi).
4) En “bautizándolos” se ve la función de santificar (munus sanctificandi).
5) Y en “enseñándoles a observar todo” Cristo manda gobernar (munus regendi).
Con respecto a estos tres poderes confiados por Cristo a su Iglesia, el Magisterio enseña:
1) Los Obispos son los que, en primer lugar, reciben esta triple misión[300].
2) Para el desempeño de esta misión Cristo prometió el Espíritu Santo y lo envió el día de Pentecostés[301].
3) Este encargo que el Señor confió a los pastores es un verdadero servicio (diaconía), o sea ministerio[302].
4) La misión de enseñar tiene como fin mantener a la Iglesia en la pureza de la fe transmitida por los apóstoles; el Magisterio debe proteger, a la Iglesia, de desviaciones y fallos, y garantizarle la posibilidad objetiva de profesar sin error la fe auténtica[303].
5) La misión de santificar la realizan el Obispo y los presbíteros con su oración y su trabajo, por medio del ministerio de la palabra y de los sacramentos. El Obispo es el administrador de la gracia del sumo sacerdocio[304], en particular en la Eucaristía que él mismo ofrece, o cuya oblación asegura por medio de los presbíteros, sus colaboradores[305].
6) La misión de gobernar la ejercen los Obispos que, como vicarios y legados de Cristo, gobiernan sus Iglesias particulares que se les han confiado no sólo con sus proyectos, con sus consejos y con ejemplos, sino también con su autoridad y potestad sagrada. En virtud de esta potestad, los Obispos tienen el sagrado derecho, y ante Dios el deber, de legislar sobre sus súbditos, de juzgarlos y de regular todo cuanto pertenece a la organización del culto y del apostolado[306].
Semillitas al Señor  
  "Así como el sol alumbra a los cedros y al mismo tiempo a cada florecilla en particular, como si sola ella existiese en la tierra, del mismo modo se ocupa nuestro Señor particularmente de cada alma, como si no hubiera otras. (Manuscrito A, 3 r°)
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Vos obráis como Dios, que nunca se cansa de escucharme cuando le cuento con toda sencillez mis penas y mis alegrías, como si él no las conociese... (Manuscrito C, 32)
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Puedes, por lo tanto, como nosotras, ocuparte de "la única cosa necesaria", es decir, que aun entregándote con entusiasmo a las obras exteriores, tengas por único fin complacer a Jesús, unirte más íntimamente a él. (Carta 228)
 
El Señor y los corazones...  
  ¡Ah, qué verdad es que sólo Dios conoce el fondo de los corazones!... ¡Qué cortos son los pensamientos de las criaturas!... (Manuscrito C, 19 v°)
 
El Señor Es ternura...  
  Al entregarse a Dios, el corazón no pierde su ternura natural; antes bien, esta ternura crece haciéndose más pura y más divina. (Manuscrito C, 9 r°)
 
El Señor esta siempre con nosotros...  
  cielo que le es infinitamente más querido que el primero: ¡el cielo de nuestra alma, hecha a su imagen, templo vivo de la adorable Trinidad!... (Manuscrito A, 48)
 
Santo Rosario  
   
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